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FÚTBOL. 23ª JORNADA DE LIGA

El Barça sale indemne de un baño

El Celta desarboló a los azulgrana, pero le perdió su falta de puntería

Xosé Hermida

La indulgencia del Celta permitió al Barcelona salir vivo de Balaídos y consolidar el liderazgo que ya previamente había afianzado por el nuevo tropiezo del Madrid. Por lo que respecta a la clasificación, la jornada volvió a ser redonda para el Barça, pero en lo futbolístico el partido de ayer reavivó viejas dudas sobre el verdadero empaque del proyecto de Van Gaal. El Celta recuperó sus mejores virtudes, se mofó de la jerarquía y superó al Barcelona en todos los aspectos del juego. El desconcierto del Barça fue tan monumental que por momentos hasta pareció posible que los azulgrana se marchasen de Balaídos con una soberana tunda. Pero dentro del área, los vigueses fallaron lastimosamente. La falta de puntería de todo el equipo la representó mejor que nadie un futbolista, por lo demás magnífico, como Penev. El búlgaro se pasó media tarde solo ante Hesp y no acertó ni una ocasión.El Celta no es el Madrid, y a esa frase hay que atribuirle ahora mismo un sentido inverso al que podía tener históricamente. En este momento del campeonato, el Celta es un equipo muy superior al Madrid, como bien pudo comprobar ayer el Barcelona, que llegaba a Vigo envalentonado después de triturar a su gran adversario una semana antes. El mismo Barça que ridiculizó al Madrid vivió un suplicio en Balaídos, ante un equipo que jugó más, que corrió más, que estuvo más organizado y que sólo pecó de precipitación y candidez en los metros finales. La derrota del Madrid ante el Athletic parece que surtió un efecto dañino sobre el Barcelona, que salió dispuesto a negociar el empate y, como ocurre tantas veces en estos casos, acabó desbordado por un rival que prescindió de cualquier actitud tacaña.

CELTA 0-BARCELONA 0

Celta: Dutruel; Míchel Salgado, Cáceres, Djorovic, Berges; Makelele, Mazinho; Karpin, Mostovoi (Gudelj. M. 81), Revivo; y Penev (Sánchez m. 62).Barcelona: Hesp; Abelardo, Frank de Boer, Sergi; Ronald de Boer (Anderson m. 87), Guardiola, Luis Enrique (Zenden m. 91), Cocu; Figo, Kluivert ( Pellegrino m. 76) y Rivaldo. Arbitro: Pérez Burrul. Expulsó a Figo (m. 71) por doble amonestación y mostró tarjetas amarillas a Cáceres, Luis Enrique, Míchel Salgado y Cocu. Balaídos no se llenó por completo, aunque se aproximó mucho, con 29.508 espectadores. El terreno de juego estaba algo resbaladizo, en una tarde de lluvia ligera pero constante

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El inicio del partido resultó engañoso, porque el Barça se apropió de la pelota, la hizo circular a su antojo y sumió al Celta en el desconcierto durante diez minutos. Pero la cosa no duró más, porque el Barça prefería vivir un tarde entregada a la especulación y el Celta no estaba dispuesto a resignarse al simple papel de pareja de baile del líder. A los vigueses sólo les hacía falta una señal para lanzarse sobre el adversario y les llegó en el minuto 11, con un peligroso remate de Djorovic a la salida de un córner. El Celta se encorajinó, el Barça se quedó mudo y allí empezó otro partido, que hasta el final ya sólo tuvo una dirección, la que le impuso el grupo de Víctor Fernández frente a un rival que se dejó en Balaídos bastantes jirones de la credibilidad recién ganada tras su baño al Madrid.

El Celta hurgó con reiteración y habilidad en uno de los puntos más vulnerables del Barça. Todo el mundo sabe de las debilidades defensivas de Ronald de Boer, y por su banda el Celta se ensañó con crueldad. Tan borrascosa le resultó la tarde al pobre Ronald, que al final hasta acabó contagiando la aprensión a su hermano Frank, que en la primera parte cometió algunos errores impropios de un defensa como él, casi siempre impecable. Por los dominios de Ronald de Boer campó a sus anchas Revivo, el mejor hombre de la tarde, un futbolista con rapidez, regate y un gran sentido de la verticalidad para buscar siempre el camino más corto hacia la portería. Pero no fue solo Revivo: en vista de que aquello era un coladero, por allí se dejaban caer Penev, Mostovoi o hasta el mismo Berges, y todos se encontraban con una conmovedora hospitalidad.

Pero al Celta parece que le costó trabajo digerir su propia superioridad y cuando llegó el momento de traducirla en goles, el equipo de Víctor Fernández se descompuso de forma tan inmerecida como penosa e irritante para su hinchada. Penev comenzó a intuir que la tarde sería una pesadilla para él cuando, tras un estupendo regate dentro del área, se quedó solo ante Hesp y perdió unos segundos decisivos cambiándose el balón de pierna. No se merecía Penev una tarde como la de ayer. Es un jugador casi insuperable en un aspecto del juego que rinde enormes beneficios al Celta: aguanta como nadie el balón entre los defensas, y sus pases a los compañeros que irrumpen desde atrás suelen resultar letales. Ayer, Penev volvió a estar magnífico en esa faceta, pero falló tanto en el remate que acabó como el gran damnificado de la tarde.

El Barça se fue al descanso con la sensación de que lo peor ya había pasado, pero el inicio de la segunda parte demostró que nada había cambiado. Lejos de cualquier propósito de enmienda, los de Van Gaal salieron otra vez a verlas venir y a los pocos minutos de la reanudación, Penev ya había malbaratado dos oportunidades más. La segunda de ellas resultó ya el colmo del infortunio para el delantero búlgaro: su disparo desde el borde del área, bien dirigido, tropezó en el cuerpo de Revivo, que ejerció así funciones de involuntario defensa. Víctor se debió de apiadar de Penev y lo cambió por Sánchez, que aportó más velocidad sin mejorar la puntería del equipo.

El baño era de tal magnitud que el gol céltico parecía sólo cuestión de tiempo. El Barcelona no inquietó a Dutruel hasta que en el minuto 62 Rivaldo aprovechó un contrgolpe y disparó cruzado ante la salida del portero. Nada más hizo el Barça en toda la tarde, como no fuese ponerle estampitas a la Virgen para que continuase su suerte. Cuando los acontecimientos tomaron un cariz aún peor, apareció el gran Hesp, que con una estirada extraordinaria logró desviar lo justo para que tropezase en el palo un impresionante obús conectado por Karpin desde treinta metros de distancia a la portería.

A falta de diez minutos, Figo fue expulsado por doble amonestación. La respuesta de Van Gaal resultó toda una declaración de intenciones: retiró a Kluivert y reforzó la defensa con Pellegrino. Hasta el final, el Celta no se dio por vencido. El gol tiene que llegar, se repetía Balaídos. Pero no llegó, en una demostración más de los caprichos del azar que gobierna este deporte.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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