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Crítica:"FOLK"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Educación y descanso

Diego A. Manrique

Cabe felicitarse de la vertiginosa carrera de Hevia, que tiene algo de cuento de hadas: un gaitero poco conocido fuera de su tierra natal que, en cosa de cuatro meses, lleva despachadas más de l50.000 copias de su estreno en la fusión, Tierra de nadie (a juzgar por la presencia de entusiastas ejecutivos europeos de EMI en su último concierto, la hazaña puede incluso ser exportable). Urge celebrar que la música folclórica asturiana supere finalmente fronteras y que lo haga con un instrumentista audaz, coinventor de la gaita MIDI.Desdichadamente, no hay mucho de qué congratularse en el repertorio actual de Hevia y en el modo en que se presenta en directo. Con un apabullante despliegue de luces y poses, el grupo de acompañamiento desarrolla una base eléctrica tan impecable como perfectamente tópica. Ni por asomo es una propuesta de vanguardia, como insiste el gaitero en sus parlamentos: se trata de alimento transgénico para el hilo musical de una aldea global soñada en despachos metropolitanos.

Hevia

José Angel Hevia (gaitas, flautas), Peter Bulla (violín), Cristian Constantini (batería), María José Hevia (percusión), Juan C. Mendoza (bajo), Marco Rasa (teclados), Tao Gutiérrez (percusión, didgeridú, berimbau), Nando González (guitarra). Invitados: Wafir S. Gribil (laúd, percusión); Mari Luz Cristóbal (voz), Banda de Gaitas de Villaviciosa, Colectivo Etnográfico de Mujeres. Palacio de Congresos, Madrid, l9 de febrero.

Acogido con fervor por el público, Hevia sabe utilizar todos los recursos para ganarse a paisanos y curiosos: hay un simulacro de procesión, entran pandereteras cantando alegremente, hace desfilar a sus alumnos de la escuela de gaiteros de Villaviciosa, perfectamente uniformados y coreografiados. Y cuando esa masa de gaitas y percusión toca con el grupo (que se sumerge ante el rotundo volumen de los instrumentos no amplificados), ciertamente los pelillos del espectador se erizan. Para semejante viaje, sin embargo, no se necesitan esas alforjas multitímbricas y tantas invocaciones al mestizaje cultural. Lo de Tierra de nadie es universalismo aséptico que prácticamente solo alcanza grandeza y arrastre en Busindre reel; el resto queda en ese paraíso para turistas donde se solapan analgésicos paisajes de la new age con espejismos de world music, sección Fantasías Celtas.

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