Una diva y tres orquestas para Strauss
La vida musical madrileña sigue recordando a Ricardo Strauss en el cincuentenario de su muerte, y la última semana es un buen ejemplo. La Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Gómez Martínez, propuso en el Auditorio versiones musicales fieles y brillantes de la sinfonía poemática Así hablaba Zarathustra, sobre Nietzsche, de 1896, ese "discurso únicamente interesado en su lógica musical", como dice Vito Levi. Es el Strauss de la primera y espectacular etapa, al que Gómez Martínez sumó el Dúo-concertino, para clarinete, fagot, cuerdas y arpa, escrito en 1947 para Radio Lugano. Aquí, Strauss retoma su discurso barroco y su afán de claridad y amor por las texturas ligeras, medida bien distinta al sinfonismo de "lujuria orquestal", como tantas veces se ha escrito. Dos profesores valencianos, Toni Goig y Salvador Aragó, se comportaron como verdaderos concertistas. Gómez Martínez dominó este repertorio y la breve Suite de Belisa, sobre el Perlimplín de García Lorca, de Miguel Ángel Coria. Mientras tanto, la RTVE, con el maestro Alexander Rahbarí, decía, el jueves y viernes en el Monumental, sus palabras sobre el poema ya citado.Lo de Pro-Música, es decir, la asociación que pilota Ricardo de Quesada, merece punto y aparte. Hicieron "desembarcar" en el Auditorio el sábado a la Sinfónica de Londres, con un maestro joven y prestigioso como es Jukka-Pekka Saraste (Helsinki, 1956), y la colaboración de una de las primerísimas figuras de la lírica actual, la soprano americana Cheryl Studer (Michigan, 1955), para ofrecer el sexteto, interludio y final de la ópera Capriccio, texto de Clemens Krauss, música de Strauss, dada a conocer en Múnich en octubre de 1942. Se trata, como es sabido, de un magistral ejercicio de neobarroquismo y una bella lección de intimismo.
Cheryl Studer / Sinfónica de Madrid / RTVE / Sinfónica de Londres
Auditorio Nacional y teatro Monumental, 18, 19 y 20 de febrero.
La Studer salió a escena y no creo que, hoy por hoy, sea recibida en ninguna otra capital con la frigidez que le ha dispensado Madrid. Se trata, pienso, de falta de información y, por parte de la empresa, de ausencia de publicidad. Todo ello lamentable, pues la singular voz y el arte inteligente, noble y expresivo de esta prima donna absoluta constituyen una maravilla. Tras su inolvidable intervención, el público respondió con calor, pero siempre muy por debajo de lo que la Studer hizo, excelentemente asistida por Pekka Saraste y los virtuosos instrumentistas londinenses: su sexteto fue de primerísimo orden. Quizá en homenaje a Strauss, como director, terminó el programa con una de sus sinfonías favoritas, la Heroica, de Beethoven, estupendamente arquitecturada por el director finlandés, pero con unos tiempos propios de la que podríamos denominar "prole de Toscanini", siempre detallista
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