Estreno en el Kremlin de la película más cara del cine europeo
Mijalkov niega que "El barbero de Siberia" sea un instrumento para su promoción política
Nikita Mijalkov, de 53 años, el cineasta ruso más conocido dentro y fuera de su país, estrenó anoche en el gran palacio del Kremlin la película más cara de la historia de Europa, El barbero de Siberia. Mijalkov, cuyo nombre se baraja como eventual candidato a suceder a Borís Yeltsin como presidente, negó que haya utilizado el filme -que se desarrolla en 1885 y en el que interpreta al zar Alejandro III- como instrumento de promoción política.
El pase especial para la prensa, celebrado horas antes del estreno oficial, dejó a los periodistas rusos y extranjeros entre admirados y perplejos. Por una parte, los 6.600 millones de pesetas invertidos tienen un reflejo directo sobre la pantalla. En una cinematografía cuyo gasto medio por filme no pasa de los 150 millones y que estaba en crisis antes de que la economía cayera en picado hace apenas seis meses, sorprende la generosidad en el empleo de medios técnicos y humanos. Se rodó durante 11 meses (en Rusia, República Checa y Portugal), con 250 actores (entre ellos tres hijos de Mijalkov) y miles de extras. Incluso se logró apagar las estrellas de las torres del Kremlin, colocadas en tiempos soviéticos, para evitar el anacronismo.La rentabilidad de ese lujo es patente. El barbero de Siberia es una película hermosa y espectacular, de grandes movimientos de masas, de interiores brillantes, exteriores infinitos y excepcional luminosidad. Se ve con ese placer que se asocia con la contemplación de un buen cuadro. Hay escenas rodadas en el estanque helado adyacente al monasterio moscovita de Novodievichi, como las de la fiesta semipagana de la Maslenitsa, que dejaron admirado al propio Mijalkov al verlas, por el parecido con las obras de su bisabuelo Vasili Surikov, uno de los pintores rusos más famosos. El director aseguró ayer que cambió a un cámara extranjero porque, al explicárselo, se veía incapaz de hacerle entender algo que él consideraba fundamental: el olor de la nieve.
La perplejidad entre muchos periodistas procedía de los indicios de que Mijalkov (que en Ojos negros mostraba a su país a través de la mirada de un italiano) ha caído nuevamente en la tentación, o el tópico, de presentar la Rusia que los extranjeros quieren ver. Él no lo admite, aunque señala que ha querido representar a su país no como fue, sino como debería ser, con el honor y la dignidad como valores supremos por los que se puede arriesgar la carrera e incluso la vida.
El barbero de Siberia inició ayer una carrera comercial cuyos siguientes pasos serán probablemente la presentación, en el Festival de Cannes de abril, de la distribución mundial (España incluida) para el verano y su lanzamiento en otoño como candidata a los Oscar. Mijalkov ya ganó uno en 1995, a la mejor película extranjera, con Quemados por el sol.
Nada faltó ayer para el estreno de gala, al que invitó a cuantos hoy pintan algo en Rusia: ni la rueda de prensa (en la que estuvieron los protagonistas Julia Ormond y Oleg Menshikov), ni el lanzamiento de perfumes y pañuelos de seda, ni exposiciones de fotografía o vestuario de época.
El título del filme hace referencia a una máquina móvil cortadora de árboles que un inventor norteamericano (interpretado por Richard Harris) quiere producir en Rusia. Para obtener el permiso contrata a una aventurera (la Ormond) que debe seducir a un general (Alexéi Petrenko).
Mijalkov, de convicciones monárquicas y que preside la unión de cineastas rusos, interpreta al zar Alejandro III. Su aparición sobre un caballo blanco protegiendo al que luego sería Nicolás II es uno de los momentos cumbres de la película. La escena, rodada en la plaza de las catedrales del Kremlin, podría servirle de propaganda electoral.
Babelia
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