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Los republicanos aceptan su derrota y piden a Starr que no persiga a Clinton en los tribunales

Los conservadores se oponen a aprobar una moción de censura contra el presidente

"Cambiemos de tercio. Él ha ganado. Siempre gana". Bob Smith, uno de los senadores republicanos que votaron el viernes a favor de las dos acusaciones contra Bill Clinton, expresó ayer con esa fórmula el firme deseo de su partido de enterrar el caso Lewinsky. Los republicanos, decididos a no seguir con un asunto que les ha hecho mucho daño político, insistían en que no quieren ni oír hablar de una moción de censura del Congreso contra Clinton, ni de la posibilidad de que el fiscal independiente Kenneth Starr lleve el asunto a los tribunales ordinarios cuando el presidente termine su mandato.

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En la noche del viernes, poco después de la derrota en el Senado de las dos acusaciones contra Clinton, que no obtuvieron ni una simbólica mayoría simple, Henry Hyde, el jefe del equipo de congresistas republicanos que han ejercido de acusación ante el Senado, hizo un dramático llamamiento a Starr para que se olvide del caso Lewinsky y no intente encarrilarlo por la vía de la justicia ordinaria. "No creo que acusar e intentar condenar al presidente ante los tribunales ayude para nada a este país, tras todo lo que hemos pasado", dijo el parlamentario del cabello plateado y las anchas caderas.Starr es libre de seguir o no ese consejo, y ayer no se había pronunciado sobre sus intenciones. Pero el mensaje republicano está claro: el partido del elefante ha hecho en el Congreso todo lo que ha podido para convertir las acusaciones del fiscal independiente en una condena y destitución del presidente, no lo ha conseguido y ahora desea pasar página. No obstante, Hyde y los republicanos que se pronunciaron contra Clinton no se arrepienten de nada. Sus dos principales líderes, Dennis Haster en la Cámara baja y Trent Lott en la alta, insistieron en que se sienten en paz con sus conciencias tras haber intentado destituir a un presidente que "se colocó por encima de la ley".

Colocándose el uniforme de deportistas que aceptan la derrota y no quieren la menor prórroga del partido, los miembros republicanos del Congreso regresaron ayer a sus circunscripciones reiterando su férrea oposición a la idea de los demócratas de aprobar una moción de censura parlamentaria de Clinton por su comportamiento en el caso Lewinsky. Los demócratas querían desmarcarse con esa censura de un presidente que, según los borradores de resolución que manejaban, sostuvo relaciones sexuales con una empleada en el lugar de trabajo y, al ser descubierto, engañó al pueblo norteamericano al respecto.

Pero, dada la oposición de los republicanos, mayoritarios en ambas cámaras, ese posible castigo simbólico también está muerto. La absolución del viernes -que contó con el apoyo de cinco republicanos en el cargo de perjurio y de 10 en el de obstrucción a la justicia- liquida para siempre el paso por el Congreso del caso Lewinsky. Sintiendo un cierto malestar por su apoyo como una piña -votaron la absolución todos y cada uno de sus 45 miembros en el Senado-, los demócratas eran ayer más duros con el presidente que los republicanos.

Bob Kerrey, demócrata de Nebraska, declaró que, dadas "las declaraciones engañosas" de Clinton en el caso Lewinsky, sus correligionarios en el Capitolio van a "pesar mucho" sus palabras en futuros asuntos políticos. La relación entre el titular de la Casa Blanca y los demócratas del Congreso, dijo Kerrey, está "dañada de modo indiscutible". Como la de Clinton con los republicanos aún lo está más, es difícil imaginar cómo va a poder materializarse el deseo del presidente de que, en sus últimos dos años de mandato, la Casa Blanca y el Congreso colaboren para resolver los principales problemas del pueblo norteamericano.

Alivio

Un inconmensurable sentimiento de alivio reinaba ayer en Estados Unidos tras 13 meses en los que todos los asuntos domésticos o internacionales han estado supeditados al culebrón. Y también pesaba la sensación de que lo único que ha funcionado bien en este largo año ha sido el sistema constitucional y la moderación de la opinión pública, que han conseguido que nunca reinara el vacío o el vértigo. Mientras la tormenta del escándalo agitaba Washington, el resto del país seguía disfrutando con calma del momento de paz y prosperidad que vive la principal potencia del planeta.El caso Lewinsky deja una larga lista de perdedores: Clinton, con una imagen personal terriblemente dañada y el sello para la historia del único procesamiento de un presidente en el siglo XX; la Casa Blanca, asociada con el sexo y las mentiras; el Congreso, percibido como una cueva de partidismos; el Partido Republicano, identificado exclusivamente con el tercio de la población más conservador; los medios de comunicación, que le han dado al asunto mayor importancia que el pueblo; la institución del fiscal independiente, utilizada por Starr para una inquisición sobre asuntos que en su origen eran privados... Por eso nadie en EEUU clamaba ayer victoria y todo el mundo quería pasar página.

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