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"Sou collonuts!"

"Sou collonuts!" Era su grito de guerra, la frase cómplice con la que Carles Sabater proyectaba su satisfacción desde los escenarios. Infaliblemente le respondía un griterío estridente, traducción sonora del efecto que su voz y su figura causaban entre sus seguidoras, rendidas admiradoras de un artista que antes de ser cantante había estudiado en el Institut del Teatre con la intención, también conseguida, de convertirse en actor. Este grito de guerra ya no volverá a sonar en los escenarios de una Cataluña que ha perdido la imagen y la voz de uno de los artistas de pop rock que mejor han simbolizado el fenómeno de las admiradoras en el mercado catalán. Porque si algo ha significado Sau en Cataluña, ha sido la vertiente más melódica y popular del llamado rock catalán, un abigarrado movimiento que agrupaba a bandas de diferentes estilos y dispar sonoridad. Si Sopa de Cabra era el rock, Els Pets la reivindicación festiva y Sangtraït la dureza, Sau era la cara amable de la música, autores de canciones melódicas compuestas con el suficiente gancho para trepar por las listas de éxito. La combinación del genio compositivo de Pep Sala con la defensa que de sus canciones hacía Carles Sabater convirtieron a Sau en el primer grupo de pop en catalán con éxito masivo, una demostración palpable de que en Cataluña se podía hacer pop comercial y digno sin que sus autores renunciasen a su lengua materna. Ése fue el mercado que, junto con otras bandas, Sau demostró posible. Pero además Carles representaba la imagen del músico centrado que no necesitaba vivir al borde del abismo para conquistar a su público. Si la imaginería del pop rock está llena de mártires que vivieron peligrosamente y que consumieron con velocidad sus vidas para convertirse en hermosos cadáveres, Carles siempre fue la persona que no recurrió al vértigo para formar parte de la imaginería popular. Jamás necesitó de ningún exceso para filtrarse en los gustos de sus seguidores, que probablemente siempre vieron en él al artista que como persona no era en lo sustancial diferente a ellos mismos. Y por supuesto ni Carles ni Pep podían imaginar lo que acabarían siendo cuando, en noviembre de 1986, actuaron por vez primera juntos en el seno de la banda que entonces tenía Pep, Sean McNanimus & The Big Band Bum Blues. Tampoco poco después, cuando el Rock 34 de Vic vio la primera actuación oficial de Sau un 11 de marzo de 1988. Y aunque sus dos primeros discos, No puc deixar de fumar (1988) y Per la porta de servei (1989), fueron bien acogidos por un público que en clave de pop sólo conocía a Double Bouble y N"Gai N"Gai, los dos cabezas de Sau tampoco intuían lo que su trabajo acabaría por concederles. Pese a ello, Carles, que ya había hecho pinitos como actor, renunció por Sau a hacer una gira con el espectáculo de Dagoll Dagom Mar i cel, y decidió apostar por un proyecto musical que entonces tenía un futuro incierto. La clave del futuro que se avecinaba le dio Quina nit (1990), primer disco que Sau grabó en más de los seis días empleados respectivamente para los otros dos. Canciones como Es inútil continuar, Encara que siguin de bar y, especialmente Boig per tu, crearon la expectación que permitiría al grupo realizar más de 140 actuaciones en su gira de presentación, a cuyo frente Carles se asentaba como líder que encontraba su hábitat natural en los escenarios, espacios que le permitirían olvidar el desprecio por su cuerpo que reconoció a Magda Bonet, biógrafa de Sau, cuando le confesaba: "De joven yo me sentía feísimo, no me gustaba nada, llevaba gafas y las odiaba... me veía demasiado delgado, demasiado desmadejado". A comienzos de los noventa Carles ya no se veía así, y Sau era un jinete que cabalgaba a lomos de un éxito que ningún otro grupo de pop en catalán había logrado domar. Después llegó el cambio de discográfica, de la catalana Picap a la multinacional EMI, con la que editaron el doble El més gran dels pecadors (1991), 21 canciones que les reportaron un disco de oro. Luego Sau publicó discos como Concert de mitjanit (1992), grabado en directo en la Monumental de Barcelona junto a Robbie Robertson y Luz Casal; Junts de nou per primer cop (1994), Cançons perdudes, rareses, remescles (1995), Set (1996) y Amb la lluna a l"esquena (1998). Con esta obra cae el epílogo sobre la carrera de un músico y actor cuyo final no estaba escrito en un guión convencional.

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