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De cine

FÉLIX BAYÓN Cuando se acercan unas elecciones, todo está bajo sospecha. Entonces, no hay decisión inocente. El anuncio de la segunda edición del Festival de Cine de Málaga ha sido acogido con protestas por la oposición de izquierdas en el Ayuntamiento malagueño, que ve en él no un proyecto de futuro sino un simple acto electoral. No es extraño, la oposición ya decía lo mismo el año pasado, cuando aún faltaban doce meses para las elecciones municipales. La política -especialmente, a estos niveles municipales- consiste sobre todo en lograr un buen álbum de fotos. El año pasado, la oposición de izquierdas logró ponerse de acuerdo para impedir que la alcaldesa pudiera posar cortando una cinta inaugural: gracias al voto en contra de la oposición, se abortó la inversión de más de 3.000 millones prevista por Renfe para reformar la decrépita estación malagueña. La alcaldesa se quedó sin foto y los usuarios del ferrocarril tenemos, eso sí, que soportar una estación más propia de África que de la Europa del euro y de la alta velocidad. Ahora, por lo visto, se trata de impedir que la alcaldesa se fotografíe con Antonio Banderas en la apertura del festival de cine de Málaga. Para lograrlo, o se presiona a Banderas para que no asista al festival o se bombardea al festival hasta lograr que se suspenda. Lo que menos importa es si el festival y sus contenidos resultan beneficiosos o no a la ciudad. Curiosamente, desde un punto de vista de izquierdas debería de tranquilizar que el festival esté en manos de gente como Fernando Méndez-Leite, Patricio Guzmán o Salomón Castel. También es verdad que, si se observa desde un punto de vista de izquierdas, es incomprensible que la radiotelevisión autonómica esté en manos de quienes está y tenga los contenidos que tiene. Así es la vida: un festival de cine puesto en marcha por la derecha está en manos de rojos, mientras la tele pública de los socialistas parece llevada por devotos seguidores de Mariano Ozores y Vizcaíno Casas. Esta paradoja no es sino una consecuencia de que en la política la táctica se haya impuesto sobre la estrategia: ganar unas elecciones no es un medio que permite imponer unos valores a través de la gobernación de las cosas públicas, sino un fin en sí mismo que ayuda a salir más veces en las fotos y colocar bien a los coleguitas. No hay duda de que esta guerra a codazos frente a los objetivos comunica al electorado una muy pobre -aunque desgraciadamente real- imagen de la vida democrática. Sobre todo, porque los codazos impiden la cooperación y la suma de esfuerzos entre administraciones. Resulta difícil de entender que un festival como el malagueño carezca del apoyo de la Junta de Andalucía y de su televisión pública. Pero quizá se entienda más si se observa que la Junta carece de política audiovisual. Lo único cierto es que esta guerra tiene ya una víctima segura: Antonio Banderas, que en las anteriores elecciones fue crucificado por la derecha por prestarse a participar en una campaña de la Junta para cantar al universo las excelencias del jamón y el aceite y ahora puede ser crucificado por la izquierda si acepta estrenar su primera película como director en el festival de cine de su ciudad. Es de locos.

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