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Un centro de derechas

El contenido tránsito del gobierno al centro es algo parecido a cuando los curas abandonaron las sotanas. En este caso no se trata de cambiar de vestimenta y dejar las cosas igual, sino de cambiar de caras. Aun cuando existan razones de más calado, cambiar dos caras ha bastado para pasar de la derecha al centro. Una derecha que según la derecha ya no existe, como tampoco la izquierda, ambas anacrónicas y caducas. Sólo existe el centro, aunque no se sepa equidistante de qué. Liquidadas la derecha y la izquierda resulta difícil ubicar el centro. Cabe preguntarse por dónde anda. De momento parece encontrarse en la diferencia entre un talante hosco, de embestida (Cascos), que no ha salido del gobierno, y otro dialogante y educado (Arenas) que sí ha salido. Nadie ha hablado de modificar una política igual a la anterior, que ya afirmaba ser de centro, tipificada por recortes sociales, desiguales oportunidades, privatizaciones interesadas, y donde todo se supedita al mercado. Ni siquiera se ha hablado de cambiar también a Fraga y otros centristas, herederos directos del franquismo. No obstante, el ciudadano normal, mayoritario, no parece dudar que ahora tenemos un gobierno de centro. Las encuestas siguen favoreciendo al PP. El efecto centro, igual de trivial y alejado de la política, se ha mostrado más efectivo que el efecto Borrell. El hombre de la calle, de a pie o de coche, sigue, sin excesiva convicción ni inquietud, las directrices que le marcan los políticos. A diferencia de estos, no puede intervenir ni sacar ningún provecho y se deja deslumbrar sin sofocarse demasiado. Se lo cree casi todo seguramente por simple comodidad. Le preocupa poco la Bolsa, el ozono, las especies en trance de extinción o lo que ocurre en Sierra Leona. En realidad, no le preocupa casi nada, fuera de su corazón y sus asuntos. Al parecer, cuesta bien poco -un simple anuncio- tranquilizar al ciudadano mayoritario, indiferente a las miserias de este mundo. Por otra parte, todos se precipitan a coger sitio en el centro. Desde la derecha y desde la izquierda esfumadas. Sin embargo, la estancia en ese imposible centro, le da votos al PP y se los quita al PSOE. Y eso que (fuera de los casos más escandalosos y evidentes del anterior gobierno socialista), en cuanto se refiere a la política cotidiana, el PP está a punto de alcanzar al PSOE en asuntos oscuros relacionados con corrupciones, influencias y pelotazos. Hasta le viene sobrepasando con creces en favores a amigos y parientes, concesiones a la especulación, despilfarro administrativo, reparto de gratitudes y prebendas, etcétera, etcétera. Es difícil, pero si sigue así, los desconcertados socialistas parecerán unos angelitos. O puede que ahora sí. Desde la reformada dirección estatal del PP, es posible que nuestra alcaldesa abandone algunas de las destrucciones urbanas que tiene programadas. Quizá doña Rita, a partir de ahora, evite los frecuentes atentados al patrimonio valenciano, salve alguna alquería, o La Punta, o El Cabanyal, o controle sus farolas, que parecen habérsele disparado. También puede ser que Zaplana olvide por un momento su propia imagen y cese alguno de sus consellers menos centrados. Al menos a los responsables de los humedales, de las privatizaciones disimuladas, de proyectos faraónicos, de la fobia a la sanidad pública y, sobre todo, de la activa incultura de este país. Quién sabe si se llegará a subvencionar, sin partidismos, sin votos ni censuras, una política educativa racional, de acuerdo con la cultura general y con nuestras universidades, a las que ya no se considerará enemigas. Incluso podría ocurrir que Tarancón, en un gesto de sensatez centrista, abandonara su capricho de presidir la Academia Valenciana de la Lengua, antes que las demás academias del mundo se mueran de risa. No es fácil que el ciudadano piense que alguno de estos cambios se vaya a producir en nuestras proximidades. Puede aceptar sin escándalo las palabras que conducen al centro, aun cuando los hechos no las acompañen. Ahora bien, ni siquiera el ciudadano normal podrá creer que la derecha valenciana (¡tan de derechas!); la derecha económica; la sociología; la de siempre; la conocida caverna, se vaya a quedar sin sus políticas. Ni que estos, de camino hacia el centro, olviden los intereses de la derecha con mando en plaza que representan. Aunque no exista.

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