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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acuerdo grotesco

El acuerdo firmado por el ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, y los pescadores españoles afectados por las restricciones impuestas por las autoridades de la colonia incluye el reconocimiento de la competencia de esas autoridades para legislar en materia pesquera; algo que España no reconoce porque hacerlo equivaldría a dar por buena la existencia de aguas jurisdiccionales del Reino Unido en la zona.Ni Caruana es quién para tomar decisiones que afecten a ese problema histórico, ni los pescadores de La Línea o Algeciras tienen capacidad legal para reconocer nada. Puede comprenderse que los pescadores intenten resolver su problema y firmen lo que sea a cambio de seguir faenando, aunque sea con nuevas restricciones; pero resulta grotesco que una autoridad pública crea que puede dirimir conflictos de jurisdicción y soberanía que afectan a dos países de la UE haciendo firmar un papel a un gremio local. El Gobierno español hizo bien en responder a la provocación endureciendo los controles en la Verja, pero debió haber ofrecido ayudas a los pescadores para resistir el paro impuesto mientras durasen las conversaciones con el Reino Unido, evitando así que Caruana los utilizase como elemento de presión.

Porque de eso se trata. A Caruana, el asunto de la pesca sólo le interesa como un pretexto para obligar a España a negociar directamente con él. Como la respuesta española fue aumentar la presión y plantear reclamaciones a Londres, el representante de la colonia tuvo la idea de pactar con los pescadores perjudicados, de manera que si España no reconocía el acuerdo apareciera como responsable de la prolongación del conflicto. Un método de actuación más propio de un pícaro que de una institución política representativa.

La cuestión es si un Gobierno respetable, el del amigo Blair, puede convalidar semejantes prácticas. Y si la UE puede asistir impasible a esas provocaciones destinadas a mantener una tensión que aleje la posibilidad de un arreglo del último problema colonial de Europa. Es de esperar que así se lo hiciera ver anoche el ministro Matutes a su colega británico Robin Cook.

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