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Tribuna
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Los amigos de mis amigos

Emilio Lamo de Espinosa

Dicen que los amigos de mis amigos son mis amigos. Pero no siempre, pues las cadenas de relaciones de unos con otros pueden ser tan largas y complejas que, al final, no se sabe bien quién es el aliado de tu aliado. Y, si esto ocurre en la vida cotidiana, ni pensemos en la complejidad que puede tener en la vida política. Así, por ejemplo, y por comenzar con ETA. ETA está aliada con EH como es evidente. Y, por supuesto, EH está aliada con EA y el PNV al menos de dos modos: porque le ha apoyado en la investidura y porque todos ellos forman parte del pacto de Lizarra, razón por la cual los vascos cuentan por vez primera con un Gobierno al que ETA apoya (¿o es al contrario y es el Gobierno vasco el que apoya a ETA? Dejémoslo). Pero el PNV aparece también aliado con el PP en el Gobierno de Madrid, alianza sólida hasta el punto de que el apoyo del PNV a la inconstitucional Asamblea de Ayuntamientos no provoca en el portavoz del Gobierno otra reacción que la de declarar que podría, sólo podría, replantearse su colaboración mutua. Pero, como es bien sabido, el PP está también aliado con CiU, formación aliada con el PNV en la Declaración de Barcelona, que pretende romper con la soberanía del pueblo español para establecer otras soberanías adicionales. Podríamos pensar que estamos ante una sólida tríada constituida por tres alianzas bilaterales entre tres partidos para vertebrar el Estado. Pero no, el PP sí está bilateralmente aliado con el PNV y con CIU, pero estos dos se alían entre sí no a favor sino en contra del Gobierno, de modo que alguien podría pensar que éste ha conseguido aliar contra él a sus dos amigos (¿o son sus enemigos?). Menos mal que los socialistas no acaban de cerrar su alianza con IU, pues éstos están aliados con HB, aliada con EH y con el PNV y éste con el PP, de modo que la oposición podría encontrarse en la compleja situación de estar aliada con el Gobierno (¿o es al revés?).

¿Qué conclusiones podemos sacar de estos enredos? Veamos algunas a vuela pluma: que los amigos de Madrid son enemigos en Euskadi o Cataluña, de modo que la amistad es cuestión de territorio; que los dos principales amigos del Gobierno están aliados entre sí y con el principal enemigo del Gobierno en contra del Gobierno, por lo que cabría concluir también que el Gobierno está aliado con sus enemigos; que, puesto que el Gobierno aparece aliado con los enemigos del Gobierno, podría ser que el principal enemigo del Gobierno fuera el mismo Gobierno; que, en cualquier caso, todos están aliados con todos, de modo que, al final, no se sabe si es la astucia del PP la que le ha llevado a aliarse con el mundo mundial o es, al contrario, la astucia de ETA la que le ha llevado a lo mismo. Y, sobre todo, que lo que en todo caso sí está meridianamente claro es que con quien no está aliado el PP es con el PSOE; de eso no tenemos la menor duda. Como vemos, el asunto es peliagudo, aunque, como siempre ocurre con los mandamientos, éstos se resumen en dos. Uno: que desde que saltó por los aires el Pacto de Ajuria Enea la divisoria entre violentos y no violentos no existe y hay un batiburrillo que si es desorientador aquí en Madrid no digamos lo que debe de desorientar en Euskadi. Y dos: que desde hace más de un lustro el Gobierno de la nación sobrevive gracias a partidos que declaran que no son parte de esa nación, que pretenden dejar de ser parte de esa nación y que hacen cuanto pueden para que no haya ni nación española ni Gobierno que les controle, situación ciertamente peculiar. No menos que la conclusión final: que los españoles hemos conseguido realizar la compleja y sutil hazaña de gobernar aliados contra nosotros mismos.

Puede que no lo entienda bien y siempre se ha dicho que la política hace extraños compañeros de cama, pero, ¿no es todo un poco complicado? ¿No es ya hora de que se restablezcan fronteras y se alíen quienes están por la defensa de la Constitución frente a quienes están en contra, así de sencillo? He preferido decirlo en tono de broma, pero ¿hay tema más serio, del que, por cierto, nada saludable se ha dicho en el brillante ejercicio de retórica del Congreso del PP? ¿Celebraremos el nuevo siglo y los 21 años de la Constitución con su primera ruptura? Las respuestas, para el otoño.

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