Vitoria recuerda un siglo de cine vasco con una exposición que va de la linterna mágica al vídeo
Desde aquellas linternas mágicas que manejaban un reducido grupo de iniciados a las millonarias taquillas de Airbag o Secretos del corazón, el cine vasco ha recorrido 102 años de historia con hitos memorables como el estreno de Edurne, modista bilbaína o Amalur, sin olvidar aquellos cine-forum de los años sesenta o publicaciones como Nosferatu. Así se puede comprobar en la exposición Los cineastas: historia del cine en Euskal Herria, 1896-1998, organizada por las fundaciones Caja Vital y Sancho El Sabio, que recoge en Vitoria la andadura de los vascos en el séptimo arte.
La exposición ofrece desde ayer y hasta el próximo 28 de febrero un recorrido por la aventura cinematográfica que iniciaron unos pocos pioneros y que en este fin de siglo se ha convertido en todo un sector industrial. Pero la muestra, de la que es comisario el profesor de la UPV Santiago de Pablo, no sólo se detiene en la producción: también presta atención a los espectadores y a ese otro incondicional del cine que fue la censura, un compañero inseparable del celuloide durante buena parte de estos 102 años. En la sala de la Fundación Caja Vital Kutxa (calle Postas, 13-15) ya se ha recogido la andadura de los carlistas, los nacionalistas o los escritores vascos de este siglo XX. Esta iniciativa de la Fundación Sancho El Sabio recala ahora en los cineastas, que también en esta ocasión contarán con un libro que narre el discurrir de un arte que nació un poco antes que el siglo que se está acabando. De aquellos primeros años, la exposición muestra una serie de proyectores, cámaras y tomavistas, como el llamado pathebaby, un proyector de 9,5 milímetros que fue muy popular entre los años treinta y cincuenta, antes de que llegara el super-8, hoy todavía vigente a pesar de la invasión de las videocámaras. Es una parte de la evolución cronológica que recoge una muestra, que llega hasta el cartel anunciador de Airbag, la taquillera película de Juanma Bajo Ulloa. Los carteles de películas conforman una buena parte de la muestra. Como todo buen aficionado sabe, uno de los mejores recuerdos de una película es ese pedazo de papel que servía para anunciar su proyección. De ahí que una de las joyas sean esos carteles anunciadores de Edurne, modista bilbaína, popular título de los años treinta, o de la también exitosa Mayorazgo de Basterreche. La censura Los más introducidos en los ambientes cinematográficos tenían acceso al press-book, la información que la productora de la película entrega a los medios de comunicación. La exposición presenta el press-book original de Amalur, mítico título del cine vasco, subrayado profusamente por el censor, que el Archivo de Alcalá ha cedido para esta ocasión. Eran tiempos, los años sesenta, de cine-fórum. Así, se puede ver un original de la época en el que la autoridad gubernativa competente permite la organización de una de estas charlas cinéfilas. También se editaban revistas como el Boletín de la Asociación Procine Cristiano, antecedente de publicaciones tan alejadas de ésta como Nosferatu, revista editada en la actualidad en San Sebastián. Pero la joya bibliográfica es sin duda el ejemplar de la primera edición de Cómo se hacen las películas, libro escrito por Sabino Micón en la década de los veinte, y en el que se explican los rudimentos de ese séptimo arte, todavía en precario en aquellos tiempos. Los mitómanos del cine vasco actual tienen también su espacio en la exposición Los cineastas: historia del cine en Euskal Herria, 1896-1998. Ahí está el vestuario de La madre muerta, la segunda película de Bajo Ulloa, o las esculturas que el artista vitoriano Koko Rico realizó para este mismo director en Alas de mariposa. Hay también claquetas, dibujos de animación, guiones, decorados y otros elementos imprescindibles en toda producción audiovisual que se precie. Y el recorrido cronológico por la exposición concluye con un video-muro de nueve televisores que ofrece de forma continuada el trabajo resultante del Centro de Imagen Municipal.
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