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Tribuna
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Mentiras

Rosa Montero

La inclusión de un tipo tan siniestro como Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco ha puesto en evidencia lo peor que somos, el aspecto más negro de nuestra sociedad. Esta aberración ética y racional (el verdugo a quien se le encarga la defensa de las víctimas) es la culminación, elevada al paroxismo, de una tendencia cada día más evidente dentro de nuestras democracias avanzadas: la mentira, la hipocresía social, la traición al contenido de las palabras. Quiero decir que, en tiempos anteriores, el abuso de poder y la iniquidad social se asumían de una manera mucho más abierta. Al señor feudal no se le ocurría hablar de igualdad: al contrario, él consideraba que había sido designado por Dios para ser dueño del destino de sus siervos. Oprimir al prójimo, en fin, formaba parte del paisaje natural.Las democracias avanzadas, sin embargo, han construido un consenso público en torno al respeto individual y el bien común. Y así, hoy todo el mundo habla de libertad y de justicia como principios irrenunciables. Como soy optimista, considero que este acuerdo supone un gran avance; pero esto no quiere decir que hayan desaparecido los miserables: en realidad siguen ahí, muchas veces en los más altos puestos de poder, igual que antes, sólo que escondidos detrás de un disfraz de conceptos democráticos. Por ejemplo, parlotean de solidaridad mientras apoyan a Barrionuevo y a Gil. O hacen que Ternera represente los derechos humanos, bufonada cruel que Arzalluz considera "estupenda": qué asombrosa consagración de la falsedad. Cuantas bellas palabras son asesinadas hoy en día: el gran peligro de la democracia es la mentira. Menos mal que aún hay gente como Atutxa, nacionalista y euskaldún, que sigue poniendo sinceridad y sentido en lo que dice. Gracias a él, y a otros cuantos como él, la pequeña y necesaria verdad todavía existe.

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