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Los republicanos rechazan una propuesta de consenso para cerrar el 'caso Lewinsky'

El Senado de Estados Unidos comenzó anoche a puerta cerrada una sesión decisiva para el futuro del juicio de Bill Clinton sabiendo que la mayoría de los norteamericanos desea que termine ya mismo. Piensen lo que piensen de la conducta del presidente, el 67% de los encuestados por CNN-USA Today-Gallup quieren que el Senado ponga de inmediato punto final al caso Lewinsky, que ya ha entrado en su segundo año. Los republicanos rechazaron ayer una propuesta demócrata para desbloquear el juicio y darle una salida rápida. La reaparición de Lewinsky ha terminado de complicar el caso.

La subida de fiebre provocada por la llegada de Monica Lewinsky a Washington el pasado fin de semana y su forzada entrevista con 3 de los 13 congresistas republicanos que ejercen de acusación en el juicio a Clinton remitió en la misma noche del domingo. "No les he dado nada", dijo Lewinsky a un amigo, citado ayer por The New York Times. La ex becaria, según dijo ante las cámaras de televisión su abogado, Plato Cacheris, "no añadió nada a lo que ya conoce el Senado".Esos comentarios contrastaron con las declaraciones de los tres miembros de la acusación, que ayer insistían en que la presencia de Lewinsky en el Capitolio sería de "mucha utilidad" para que los senadores se hagan una idea más clara del caso. Pero todo indicaba que la ex becaria no les había contado nada que no hubiera contado en las 22 veces anteriores en que había sido interrogada por el FBI, el equipo del fiscal especial Kenneth Starr y el gran jurado de Washington.

Con una hora de retraso respecto al horario previsto, dedicada a agitadas negociaciones partidistas, el Senado volvió a reunirse a las dos de la tarde de ayer, hora local (nueve de la noche hora peninsular española). Sobre la mesa tenía dos propuestas: una del senador demócrata Robert Byrd para sobreseer de inmediato el caso; otra de la acusación para que comparezcan testigos ante la Cámara alta.

Los senadores parecían de acuerdo en tres cosas. La primera, que la moción para dar carpetazo al asunto no tenía demasiadas posibilidades de conseguir la necesaria mayoría simple. Muchos de los 45 demócratas iban a votar a favor, y muchos de los 55 republicanos, en contra. El segundo punto de acuerdo era que, con varios republicanos moderados contrarios a la presencia de testigos, las apuestas estaban al 50% respecto a la prolongación agónica del juicio mediante la comparecencia de Lewinsky y otros protagonistas del caso. El tercer elemento de consenso era que jamás habrá la requerida mayoría de dos tercios para declarar culpable y cesar al presidente.

Frente a este callejón sin salida, los demócratas, que se habían reunido a puerta cerrada por la mañana, propusieron a los republicanos lo que el senador Joseph Lieberman llamó "una retirada respectiva de fuerzas". Ellos renunciaban a presentar la moción para sobreseer el caso, si los republicanos se olvidaban de la idea de escuchar a testigos. En ese caso, el Senado pasaría esta semana a la fase final del juicio: los últimos argumentos de la acusación y la defensa, y la votación sobre los dos artículos de impeachment: perjurio y obstrucción a la justicia. Pero los republicanos rechazaron esa oferta. Y el Senado comenzó anoche a discutir a puerta cerrada la moción para sobreseer el caso, que, según adelantó el líder republicano, Trent Lott, no tenía posibilidades de ser aceptada. Lott añadió que el debate sobre la presencia de testigos se celebrará hoy o mañana.

Cansancio generalizado

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El clima manifiesto de cansancio general con el caso Lewinsky que ayer reinaba en Estados Unidos era independiente de la opinión que cada cual tuviera de la conducta de Clinton. George Bush, su predecesor en la Casa Blanca, declaró ayer en Reno (Nevada): "Debo confesar que me ha preocupado mucho lo que parece una falta de respeto (por parte de Clinton) para el cargo que me enorgulleció asumir". Pero añadió: "El juicio debería terminar pronto".Esa misma era la actitud del senador demócrata Byrd, promotor de la moción para cerrar el caso, que insistía en que reprobaba la conducta de Clinton, "que ha hecho daño a su familia, a sus amigos y a la nación", pero consideraba que no tenía sentido continuar un juicio que jamás podrá terminar con la condena del acusado.

El juicio, que comenzó formalmente el pasado día de Reyes, no ha servido para cambiar las posiciones de los norteamericanos, que en sus dos terceras partes perdonan los pecados y posibles delitos de Clinton porque es un buen gestor de los asuntos públicos.

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