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La locomotora de Marx

PACO MARISCAL El tren del progreso económico y social valenciano es y ha sido con excesiva frecuencia el convoy ferroviario de la película Los hermanos Marx en el Oeste. De forma chusca y tragicómica, en la película y para alimentar la locomotora y no detener la velocidad del tren, el maquinista va arrojando a la caldera de la máquina la madera de los vagones. Se destruyen los vagones por mor de la velocidad. En nuestro tren del progreso y crecimiento vertiginoso, ¿cuánto humedal costero, cuánto patrimonio paisajístico junto al mar, cuánta capa freática ahora cargada de nitratos, hemos consumido durante los últimos cuarenta años? Pero armonizar el progreso económico y social con el respeto al entorno, a la naturaleza y al ciudadano, es tan difícil como posible. Posible, porque sólo se necesita convicción y voluntad por parte de los poderes públicos, y conciencia ciudadana que lo exija; difícil, porque los sucesos cotidianos ponen de manifiesto lo contrario. Así que los valencianos no tenemos más salida que la de zarandear el nogal para que caigan las nueces, para que el progreso no sea desarrollismo o carrera donde medren los más fuertes, los más rapaces o los menos éticos y la ciudadanía acabe por ser víctima de ese mal llamado progreso. De forma clara y transparente puso Miguel Delibes estas cuestiones sobre el tablero allá por 1975 en su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua; un texto que debería de ser libro de cabecera para el PP que nos gobierna, y manual escolar obligatorio en las filas de nuestra oposición de izquierdas. Y es que aquí, sin ir más lejos, tenemos unas comarcas norteñas y castellonenses con unos indicadores económicos y de progreso más que aceptables. La locomotora mantiene la velocidad con índices de paro centroeuropeos y cerámica exportada en aumento, y muchos polígonos industriales por doquier sin ordenación del territorio ni concierto; locomotora con vecinos de La Vall d"Uixò laboriosa que aguantan hasta el hastio, y hasta la denuncia formal estos días, el cutre hedor y los gases irritantes generados en el tratamiento de aguas residuales de una empresa de curtidos. Y, la semana anterior, un desaprensivo con nombre y apellidos abandonaba bidones con material tóxico en el cauce seco de la Rambla de la Viuda, y si no pasó nada fue porque Dios o el diablo no quieren, y no hay fiscalía que intervenga en defensa de la maltratada Rambla que es de todos. Madera de los vagones en el fogón de la locomotora del desarrollo y de Groucho Marx. Y el fogón de la caldera se alimenta también este enero frío con rocambolescas y neumáticas historias medioambientales, como la del gobierno del PP provincial que adjudica la planta de reciclaje de neumáticos a una empresa relacionada con la que ha hecho el proyecto de la planta y que se instala en unos terrenos propiedad de una empresario relacionado con una y otra empresa. Legal, alegal o ilegal, en la caldera de nuestra locomotora del desarrollo no podía faltar la picaresca, el enredo o el condimento del rufianismo ibérico.

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