Repuestos
En el futuro las personas que no sientan el terror de ser inmortales tendrán guardados en la cocina una serie de órganos propios envueltos en papel de plata. En la misma bandeja del frigorífico donde ahora se conservan los pollos congelados se podrá tener un repuesto de hígados, páncreas, corazones y bulbos de cerebro clonados. La caverna de Platón que reflejaba la sombra de nuestro doble va a ser sustituida por la nevera. En ella permanecerá la réplica del propio cuerpo humano en porciones como en cualquier tienda de recambios y uno acudirá al hospital con el mismo ánimo con que se lleva el coche a un taller para que le cambien el delco. Este horizonte científico de la clonación es inquietante, más que nada porque la curiosidad humana no tiene límites y se mueve sólo por instinto de forma ciega e imparable. El afán por penetrar en lo desconocido ha derribado siempre cualquier barrera legal, ética o teológica. El avance de la ciencia no se ha detenido ni siquiera ante la posibilidad de que cualquier descubrimiento llevara al exterminio de la humanidad. Cuando Volta experimentó el arco voltaico nadie podía asegurar que no se incendiaría todo el oxígeno del planeta. Cuando se realizó la primera prueba nuclear en el atolón de Bikini no estaba demostrado que no se produciría una reacción atómica en cadena. Al margen de las consecuencias bioéticas de esta conquista celular creo que la clonación humana lleva a la persona al final de un camino y la deja allí frente el terror de la inmortalidad y su tedio infinito. En la eternidad cualquier acto no tiene el más mínimo sentido. En cambio la clonación puede que resuelva de una vez el misterio de la Santísima Trinidad. Dos y dos son cuatro: es una suma perfecta. Dios y Dios son Tres. He aquí un enigma insoluble. Pero a partir de la clonación es posible imaginar que un ente sea al mismo tiempo dos o tres personas y una sola naturaleza, con una sola voluntad y distinta sustancia o al revés. La célula padre engendra a un hijo similar y entre estos seres iguales se genera un espíritu volátil que puede llamarse santo por no decir embrionario aunque la teología lo describe en forma de paloma. Por fortuna esta generación no corre todavía el peligro inminente de ser inmortal. Mientras esa terrorífica amenaza no se cumpla levantar una copa o emocionarse ante un plato de espagueti aún tiene sentido. Hay que felicitarse.
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