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Un mosaico de ilusiones infantiles

Mikel Ormazabal

La fiesta de San Sebastián terminó tal y como empezó, con un estruendo general de tambores y barriles en la plaza de la Constitución. Todos los años se renueva la misma ceremonia solemne, desde la izada hasta la arriada de la bandera, dando arraigo a la celebración más popular y musical de cuantas se ofrecen en el calendario festivo donostiarra. Toda la fiesta es una multitud, de principio a fin, tanto la apertura como la clausura de la misma, aunque la mayor congregación de gente se produce durante el desfile de la tamborrada infantil. Un esmerado y modélico dispositivo de la organización consigue concentrar en un punto de la ciudad a 4.200 pequeños soldados inflados de ilusión y presos de la intranquilidad por comenzar a batir sus palillos sobre el tambor. Todas las tamborradas de adultos hacen un paréntesis y detienen su marcha para ceder el protagonismo de la fiesta a los niños. Una marea de infantes se coloca estratégicamente en los jardines de Alderdi Eder, un emplazamiento que este año recupera el sabor de la fiesta tras su remodelación. Frente a la fachada principal del Ayuntamiento, recién rehabilitada también, las 50 compañías pertenecientes a 43 colegios de la ciudad aguardaron impacientes la orden de salida. El general de la tamborrada, Beñat Zubiarrain, como mandan los cánones, salió al balcón consistorial para dirigirse a la tropa: "Hay que estar en San Sebastián para conocer esta gran fiesta, única en el mundo", les dijo por megafonía, y cerró la arenga con el obligado "aupa la Real", que fue respondido con un estruendo de tambores. Antes, la Bella Easo, Inés Zeberio, les animó a "demostrar toda nuestra alegría". Cuando sonaron los primeros compases de la Marcha de San Sebastián, el Tambor Mayor Miguel Garagorri tomó el mando hasta completar toda la melodía de Raimundo Sarriegi. La ciudad se abrió a la larguísima columna de tamborreros ataviados con trajes napoleónicos. Una por una, de acuerdo a un orden preestablecido, las compañías iniciaron el desfile por las calles céntricas, siempre redoblando al ritmo de la Marcha. La carroza de la Bella Easo, que cerraba la comitiva, tuvo que esperar casi dos horas hasta ponerse en movimiento. El alcalde, el socialista Odón Elorza, y la soprano Ainhoa Arteta presenciaron el espectáculo desde una terraza del Ayuntamiento poco antes de comenzar el acto de la entrega a la soprano del Tambor de Oro, que reunió a numerosas autoridades públicas, de la cultura, el deporte y ciudadanos donostiarras. Entre ellos se encontraba el alcalde de Bilbao, el peneuvista Josu Ortuondo, quien fue propuesto para recibir este galardón, según desveló su homólogo donostiarra. Su candidatura fue defendida porque "nadie promociona más nuestra ciudad que el Guggenheim de Bilbao". Ortuondo, asiduo a la fiesta de la Tamborrada, se alegró de que el museo bilbaíno "atraiga a muchas personas a San Sebastián". Por la tarde se sumaron de nuevo las tamborradas de mayores, con especial atención en la Peña Anastasio, integrada por más de 600 miembros. La Unión Artesana, sociedad que siempre cierra la fiesta patronal, tocó por última vez este año la Marcha de San Sebastián, una pieza musical que está reservada solamente para este día. A diferencia de la izada, la arriada es un acto más entrañable, íntimo y koshkero. Es una plegaria para que el calendario corra rápido hasta el siguiente 20 de enero.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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