2.000 barcelonesas debaten fórmulas para que la ciudad que habitan también sea suya
El I Congreso de las Mujeres de Barcelona desborda las expectativas de las organizadoras
La ciudad de Barcelona debería cambiar como la serpiente muda su piel para ser como la desean las mujeres que la habitan. La Barcelona que se lavó la cara y modernizó sus infraestructuras con motivo de los Juegos Olímpicos de 1992 es hoy una ciudad que "sigue construyéndose de acuerdo con el imaginario de que el hombre ejerce un trabajo remunerado y la mujer se queda en casa", reprochan las barcelonesas. Esta disconformidad hacia su ciudad se plasma en las cuatro ponencias debatidas este fin de semana en el I Congreso de las Mujeres de Barcelona, que ha reunido a más de 2.300 de ellas.
El éxito de la convocatoria ha desbordado las expectativas de la entidad organizadora, el Consejo de Mujeres de Barcelona, un organismo consultivo y participativo del Ayuntamiento integrado por 25 asociaciones ciudadanas y 20 representantes de los consejos de mujeres de los distritos.No sólo acérrimas defensoras de los derechos de la mujer se han apuntado a la cita, sino que lo han hecho también centenares de barcelonesas que nunca han militado en el movimiento feminista. Como Mercè Camps, una estudiante de educación social de 27 años, y Rosa Vidal, una jubilada de 77. Pese a su diferencia de edad, comparten una misma visión reprobatoria hacia su entorno urbano y una misma ambición: hacer sentir su voz y su presencia para que la ciudad se construya pensando también en las mujeres. Y es que, según se quejan las barcelonesas, no se las ha tenido en cuenta a la hora de planificar la ciudad en aspectos tan vitales como la mobilidad de sus habitantes. El coche privado, usado mayoritariamente por hombres, "ya se ha adueñado del 60% del suelo urbano", recriminan. A ello se añade una red de transporte público deficitaria, lo que "discrimina" al colectivo que más lo utiliza, las mujeres, especialmente a las que viven en los barrios periféricos.
Solas por la noche
La transformación urbana que ha experimentado la ciudad en los últimos años también ha olvidado que las mujeres son las víctimas más fáciles de las agresiones sexuales o los robos en la calle. "Los arquitectos y planificadores urbanos, o los agentes de policía son mayoritariamente hombres, y no saben lo que es ser una mujer sola esperando el autobús en plena noche, atravesar una calle oscura o ir al párquing a buscar el coche", afirman las barcelonesas. Reclaman más presencia policial nocturna, calles mejor iluminadas -especialmente en Ciutat Vella, el núcleo histórico- y que se prohíba construir vestíbulos de edificios o párquings con ángulos o espacios sin visibilidad.
En términos de vivienda, Barcelona se construye también a espaldas de las mujeres, quienes, como decía Virgina Wolf, "no tienen una habitación propia". "Tanto la iniciativa privada como la pública sólo construyen hogares para la familia nuclear, pese a que las estadísticas hablan de un progresivo aumento de hogares unipersonales, integrados mayoritariamente por mujeres que viven solas".
Bajo el lema La ciudad que las mujeres quieren, este I Congreso de las Mujeres de Barcelona se celebra dos años después de las Jornadas 20 Años de Feminismo en Cataluña, que congregaron a más de 3.000 personas. Lejos queda la Conferencia Nacional de Mujeres Libres, celebrada en 1938, o la creación, en el 37, del Casal de la Dona Treballadora, que centró su lucha en la equiparación del trabajo de la mujer al desempeñado por el hombre. Pero seis décadas después, las barcelonesas siguen en la misma brecha. "Las diferencias salariales se mantienen y las mujeres todavía perciben una media del 70% de los salarios que cobran los hombres", se constata en la ponencia Las mujeres y los servicios de la ciudad.
Las barcelonesas reclaman un reconocimiento de la aportación de la mujer al bienestar de las familias, una labor que a menudo "es silenciada o infravalorada". Las ponencias destacan que en Barcelona, en comparación con otras urbes de países desarrollados, las mujeres suplen en mayor medida las "enormes insuficiencias" del Estado de bienestar en lo que respecta al cuidado de los ancianos, de los niños y de los enfermos del núcleo familiar. Reprochan el déficit de plazas de guardería públicas, así como la falta de centros de día y residencias para ancianos, servicios que mayoritariamente están en manos privadas.
El compaginar la jornada laboral fuera de casa con las tareas "sociales" comporta que las mujeres -la mayoría entre 35 y 55 años - constituyan el sector de la población que sufre más enfermedades relacionadas con el estrés y que padezca más patologías crónicas. "El 25% de las barcelonesas declara sufrir tres o más enfermedades de este tipo", revela la última Encuesta Metropolitana.
La relación de las inmigrantes con la ciudad se aborda en una ponencia de la Federación del Colectivo de Inmigrantes de Cataluña. La entidad constata que "al igual que la mayoría de las barcelonesas, la participación en la elaboración de modelos que gestionen el desarrollo de la ciudad es mínima". "Ser inmigrantes añade un status de desigualdad extrema".
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