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Entrevista:XABIER ETXEBERRIAPROFESOR DE ÉTICA DE LA UNIVERSIDAD DE DEUSTO

"Los jóvenes violentos han encontrado que era gozoso lo que conseguían con su práctica"

Xabier Etxeberria, nacido hace 54 años en Arroniz (Navarra), es un hombre comprometido con la educación para la paz. Profesor de Ética en la Universidad de Deusto, es responsable del área de Educación para la Paz de la organización pacifista vasca Bakeaz. Sus reflexiones son prácticas, derivadas de su trabajo durante 17 años como profesor en varios institutos de enseñanzas medias de Bilbao. Su actividad en las aulas le ha permitido conocer de cerca a jóvenes que consideran legítima la violencia callejera y saber cuáles son sus argumentos. Se siente esperanzado por la tregua de ETA, pero ve todavía demasiada "agresividad" en el lenguaje de los políticos. Su investigación filosófica se centra en los campos de la ética y los derechos humanos. Entre sus obras destacan Ética de la diferencia, Perspectivas de la tolerancia y el ensayo Identidad nacional y violencia. El caso vasco incluido en el libro Razones contra la violencia. Por la convivencia democrática en el País Vasco. Pregunta. Cuando en su labor como educador conversa con jóvenes que defienden la utilización de la violencia con objetivos políticos, ¿qué argumentos ofrecen? Respuesta. En primer lugar, consideran que la violencia que defienden es la respuesta a otra violencia primera, que no han sufrido directamente en su persona, pero sí la colectividad con la que ellos se identifican. Su razonamiento es: "yo me siento partícipe y solidario con mi colectivo. La violencia que sufre, la sufro yo, y la respuesta a esa violencia, aunque yo no la ejecute, de algún modo me siento participe de ella". Tambien consideran que no tiene más remedio que utilizar la violencia para conseguir un objetivo al que tiene derecho. P. ¿Cómo se enfrenta a este tipo de situaciones como educador para la paz? R. Resulta muy difícil entrar en este sector de jóvenes porque no sólo es cuestión de argumentos, sino también de sentimientos y emociones. Aristóteles tiene una frase que cuando la releí en este contexto me impactó: "Debemos haber sido educados en cierto modo desde jóvenes, como dice Platón, para poder alegrarnos y dolernos como y por lo que es debido". Existe un grupo de jóvenes identificado con un determinado sector político que han interiorizado la posibilidad de la violencia y han encontrado que era motivo de gozo lo que conseguían con su práctica. Ha sido por tanto posible, regocijarse por la violencia y con los objetivos logrados de ese modo. Se ha creado además una fuerte cohesión afectiva entre ellos, se ha rodeado a la violencia de una simbología, de un estilo de vida que supone una subcultura. Para enfrentarse a esta situación tan difícil hay que presentar como emocionalmente atractiva, otra solución en la que la violencia no tenga un lugar y en la que las diferencias entre los seres humanos nunca lleguen a tal punto que permitan violentar a otro. P. ¿Se marca a las posibles víctimas a través del lenguaje? R. Nosotros somos humanos todos y tenemos calificativos diversos: hombres, mujeres, vascos, etcétera. Cuando impones a otra persona una etiqueta la distancias de la condición humana, por ejemplo: txakurra, cipayo o traidor. Entonces existe más facilidad psicológica y argumentativa para utilizar la violencia, porque ya no se ataca a un ser humano semejante a nosotros, sino a alguien a quien previamente he distanciado, le he colocado una etiqueta que le aleja de los míos, de los que me interesan. Aunque la distancia física sea muy escasa, la distancia interpretativa es muy amplia y así se facilita poder hacerle daño, porque los mecanismos inhibitorios que tenemos desde el sentimiento de humanidad, se han debilitado. P. ¿Qué pueden aportar los lideres políticos en el proceso de paz? R. Desde la relación profesor-alumno he podido comprobar que entre los jóvenes que aceptan la violencia como legítima existe un fuerte seguidismo de los que marcan la estrategia y la lógica en ese colectivo. Si hubiera una condena explícita de los lideres políticos que han justificado la violencia, aunque no fuera con razones éticas tan contundentes como las que nos gustaría, sería un primer paso decisivo, no sólo con impacto político, sino también educativo para poder dialogar con ese sector. Ésa es la esperanza de la tregua. P. ¿Es optimista respecto a las posibilidades que ofrece el alto el fuego de ETA? R. El debate político está demasiado crispado. Está dominando el intento de destruir al adversario político, de conseguir que los procesos que genera la tregua beneficien a "mi" partido y esto tiene efectos contraproducentes. Se buscan los fallos del contrario, se repiten hasta la saciedad para enardecer a nuestros seguidores y se busca generar agresividad contra el bando contrario. Esto es deprimente. Se puede ser político y ser templado. Además, deberían venir mensajes que no están viniendo de los líderes que apoyaron en su momento la violencia terrorista. Hay que reconocer el ejemplo de moderación en las formas de Arnaldo Otegi aunque a los que somos partidarios de que se renuncie a la violencia desde una estricta justificación ética y de derechos humanos nos parezcan insuficientes sus argumentaciones. Pero en conjunto soy más optimista que cuando no había tregua, no como algunos que con el problema de la violencia callejera, empiezan a ser más pesimistas que cuando cuando no había tregua. Seguimos estando en una oportunidad muy importante para tratar de resolver el problema de la violencia.

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