Los chalés frente al Club Náutico de Santa Pola serán derribados este mes
Fueron construidos a raíz de licencias administrativas concedidas en 1934, en plena Segunda República, y tienen desde finales del año pasado sentencia de demolición. Una hilera de viviendas unifamiliares situada frente al Club Náutico de Santa Pola, en el Baix Vinalopó, será derruida a finales de mes por orden de la Consejería de Obras Públicas. Sobre el terreno se construirán un aparcamiento, un jardín y una zona de paso. La actuación se enmarca en el proyecto de remodelación de la fachada marítima de la localidad pesquera, que fue presentado a finales de octubre por el director general de Obras Públicas, Pedro Marco. Entonces anunció que el proceso de expropiaciones comenzaría de inmediato. No pilló por sorpresa a los vecinos, que aseguran haber vivido instalados en la incertidumbre desde hace una década. El viernes por la mañana, un matrimonio de propietarios daba instrucciones a los empleados de la empresa de mudanzas que cargaban sus muebles en un camión. "Aquí nos han sentenciado desde hace años", relató la mujer. "Primero nos construyeron delante el Club Náutico y luego nos abandonaron", añadió. La calle Los Baños, donde se ubican los 60 chalés, se encuentra sin asfaltar y separada del embarcadero por una verja. "Cada vez que llueve la calle se convierte en un lodazal y por aquí no pasan ni barrenderos ni basureros. Pagamos todos los impuestos, pero carecemos de todos los servicios", se queja la mujer. Su marido, que nació en la casa hace 60 años, argumenta que todo se debe a una maniobra política. "Nos echan para que aparquen aquí los dueños de los yates y para que los apartamentos de atrás se revaloricen", argumenta, en referencia a tres bloques de pisos que se alzan a espaldas de las casitas de planta baja y porche, la mitad abandonadas y la mitad utilizadas como segunda residencia por veraneantes ilicitanos. La Consejería de Obras Públicas ha destinado una partida de 250 millones a la expropiación de los inmuebles y los vecinos, resignados a tener que irse, alegan que el dinero no paga los recuerdos de los veranos vividos en estos chalés de ubicación tan cercana al mar que en sus fachadas, antes de que llegaran los yates, rompían las olas en los días de temporal.
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