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Pujol decidió agotar la legislatura para poder recomponer las relaciones entre CDC y Unió El presidente de la Generalitat cree que celebrar los comicios en otoño desgasta a Maragall

Francesc Valls

La mañana del 30 de diciembre sonó el teléfono: "Escucha: he decidido convocar las elecciones en otoño". Así, entre los sobresaltos de una sesión parlamentaria sobre presupuestos que amenazaba a CiU con amargarle la Nochevieja, conocieron muchos colaboradores del presidente de la Generalitat cuándo había decidido Jordi Pujol celebrar los comicios. ¿Cuáles han sido las razones de esta decisión? Según fuentes de CiU, tres: el peso creciente del partido, CDC, que así lo solicitaba; el paso de los días, que puede debilitar a su máximo oponente, Pasqual Maragall, y la recomposición de las relaciones con UDC, ya que Pujol quiere evitar ir a las urnas con el líder democristiano, Josep Antoni Duran Lleida, de número ocho.

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En todo este proceso de discernimiento, Pujol ha escuchado al consejero de la Presidencia, Xavier Trias; al secretario general de su partido, Pere Esteve, y más en la lejanía a su socio de coalición, Unió Democràtica de Catalunya. No han faltado las llamadas a antiguos dirigentes de la coalición, otrora cabezas de cartel. A todos les ha pedido su opinión, pero los consultados han tenido que leer entre líneas la decisión del presidente, que no se explicitó hasta la mañana del día 30, horas antes de convocar la rueda de prensa en la que anunció su determinación de que los catalanes vayan a las urnas en otoño. El partido tenía la maquinaria preparada -hasta el mismo 30 de diciembre- con la previsión de que las elecciones se celebrarían en marzo. La propia Administración catalana y sus equipos informáticos trabajaban con la vista puesta en el mes que inaugura la primavera. Pero de golpe todo cambió. La precipitación obligó a Pujol a enterrar no ya la solemnidad, sino la corrección política de otras ocasiones. Si en otras convocatorias había reunido a su Gobierno y a los dirigentes de los partidos de la coalición, está vez el teléfono suplió la comunicación directa. Ni foto con la firma del decreto como en 1984, ni reunión directa con su Gobierno como en 1988. Aunque sí había un precedente similar: la fecha de los comicios de 1992 sólo era conocida en el momento en que fue anunciada por el entonces secretario general de CDC, Miquel Roca, ahora dedicado a sus labores de abogado, quien en aquella ocasión guardó un mutismo absoluto. Esta vez nadie sabía nada: sólo corazonadas e intuición de político. El ambiente de improvisación y malas formas había hecho mella en la oposición. Así, en plena oleada de especulaciones, el PSC e IC-V maquinan, a propuesta socialista, según unos, o de Iniciativa, según otros, la presentación de una desesperada moción de censura. El objetivo es perturbar los desconocidos planes de Pujol. Pero el fin no justifica los medios: el candidato alternativo sería Joaquim Nadal, actual presidente del Grupo Socialista. La propuesta tenía entre sus iniciales avaladores al propio Pasqual Maragall, quien llegó a tratar del tema con el presidente de Iniciativa per Catalunya, Rafael Ribó. El sentido común político, finalmente, obró efecto y la oposición decidió no jugar a ese viaje a ninguna parte, que constaba de una moción de censura, pero también obligaba a edificar una alternativa. PASA A LA PÁGINA 3

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