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Las navidades de los niños de Siberia

Esta noche, a las doce en punto, partirá de la localidad vizcaína Gallarta un autobús lleno de solidaridad. En él viajan, hasta Madrid, 21 niños rusos que han pasado las navidades (y un poco más; llegaron el 19 de diciembre) en Vizcaya, gracias al esfuerzo de la Asociación Bikarte de Abanto y de otras tantas familias de la zona. Niños y niñas entre seis y doce años que se llevan como un tesoro sus regalos de reyes y en sus corazones la certeza de que van a volver, de que aquí está su familia. Maite Olea tiene 31 años y acaba de tener su segundo hijo, como ella dice, un bebé prematuro que la aguarda en una incubadora de Cruces a que ella le lleve leche materna. "Sólo tengo dos hijos", afirma convencida cuando se le pregunta por su familia. Luego matiza: "Bueno, el que acaba de nacer y Álex, que es como mi hijo". El rubio y sonriente Alexander, de 10 años, viene de Murmansk, en el Círculo Polar, donde dos meses al año es siempre de noche, una zona afectada por la radioactividad por ser cementerio nuclear y donde las temperaturas justo antes de Navidad rondaban los 40 grados bajo cero. Álex vive allí, en un orfanato, como todos los menores de esta experiencia. En Gallarta ha encontrado la única familia que ha conocido. No es la primera vez que Álex y sus compatriotas visitan Euskadi. La mayoría ya estuvo dos meses en verano y algunos las anteriores navidades. "Conocí el proyecto en Santander y me impactó. Cuando me mudé a vivir a Gallarta decidí ponerlo yo en marcha", explica Irene Campo Álvarez, presidenta de la Asociación Bikarte, que dispone de una pequeña subvención del Ayuntamiento de Gallarta y de la Diputación vizcaína. "En junio de 1997 vinieron 50 niños. Los primeros. Este verano fueron 65. En navidades son menos", dice. Hay que tener en cuenta que el traslado de esos menores corre por cuenta de la familia que se decide a acogerlos esa temporada. El primer viaje lo costea el Gobierno ruso, pero no los siguientes. "Lo normal es que quieras traerte al mismo niño la temporada siguiente. Porque ya forma parte de la familia", comenta Maite. Ella lo sabe bien porque ha tenido que bregar con su familia y la de su marido malcriando terriblemente al chico: "le consienten todo", afirma. El niño les llama por sus nombres. "Sé que en otras familias les llaman ama y aita, pero nosotros hemos preferido así y él también lo encuentra más cómodo". Los menores rusos tienen que venir con monitores de su país, uno por cada zona de la que provienen; en este caso, dos. "La tutoría legal de los menores la tienen los monitores", explica Irene Campo. A los chicos se les hace un seguro de accidentes y otro médico con el que se les atiende en los centros de Osakidetza. "El verano pasado incluso una dentista de Gallarta les hizo la revisión gratuita a todos, y algún arreglillo", añade. Las maletas llenas Las familias tienden a llenarles las maletas de ropa y regalos cuando regresan, como hoy, a su país. "La experiencia aconseja no hacerlo porque luego allí les quitan todo en el orfanato", comenta Irene Campo. "Nosotros pagamos el pato de principiantes y en verano nos gastamos 50.000 pesetas en ropa de invierno para Álex y mira", Maite muestra unas botas de montaña completamente nuevas. "Las ha traído como las llevó lo que quiere decir que no se las han puesto, así que este año sólo lleva algo de ropa que nos han dado, pero no hemos comprado nada". Todavía no se han marchado estos 21 pequeños e Irene Campo ya está organizando el viaje para este verano. "Tenemos 20 familias nuevas que quieren acoger un niño ruso. Vendrán tantos como familias haya, así que cuantas más consigamos, mejor", dice. "Es duro regresar pero saber que en unos meses estarán de nuevo aquí es muy positivo para ellos", asegura Irene. Asociación Bikarte: 94 636 02 16.

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