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Las otras CataluñasFRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

El estudio de Joan Font, Jesús Contreras y Guillem Rico sobre L"abstenció a les eleccions al Parlament de Catalunya, realizado por encargo de la Fundación Bofill, ha llegado en un momento oportuno. Una crónica de Pere Rusiñol y un artículo de Josep Ramoneda ya han hablado de él en este mismo periódico. Por lo que en estas informaciones se cuenta, el estudio aporta matices nuevos de gran interés pero, en definitiva, viene a confirmar lo que ya se sabía por investigaciones anteriores: en primer lugar, que los votantes que se abstienen en las elecciones autonómicas y acuden a las urnas en las generales -en total, un 13,1% de promedio, equivalente a 600.000 electores- se concentran mayoritariamente en las zonas industriales del entorno de Barcelona y Tarragona y responden a un determinado perfil social y cultural propio de estas zonas; en segundo lugar, estos ciudadanos votan mayoritariamente, en las elecciones generales, al PSC. Recordemos que, precisamente, el partido socialista tiene en Cataluña una constante en su trayectoria: siempre ha ganado las elecciones a Cortes Generales y nunca las elecciones autonómicas. El problema parece, por tanto, bastante claro y está detectado desde hace tiempo: el mensaje del PSC para gobernar Cataluña no convence a una parte de sus habituales votantes cuando se trata del gobierno de España. Ahora bien, la dirección del partido socialista no cambia el rumbo y, elección tras elección, tropieza siempre en la misma piedra que le conduce a la derrota. La orientación de Maragall en los últimos meses parece que reincide, de nuevo, en esta línea tradicional, aunque en su constante zigzagueo -muy propio de su atípica personalidad política- pretenda hacer guiños a todo el mundo. Por ejemplo, el mismo día en que afirma que se siente continuador del catalanismo de Cambó, Companys y Pujol -¡vaya trío!- anuncia también que su táctica es maoísta: "Del campo hacia la ciudad". Así pues, este aumento de la abstención en las elecciones autonómicas a costa de un electorado que, cuando participa, hace ganar al partido socialista, es el dato más relevante y peculiar de las elecciones catalanas y el que mejor explica la larga hegemonía de CiU. Esta hegemonía es debida no tanto a méritos propios como a la incapacidad de una oposición que, en lugar de dirigirse a la nueva Cataluña realmente existente, cae una y otra vez en la trampa de competir en el terreno del viejo nacionalismo, ese feudo que pertenece a Convergència y encarna mejor que nadie Jordi Pujol. Porque, en efecto, el motivo principal de la abstención en las elecciones autonómicas es que para muchos ciudadanos la sociedad catalana que conocen y en la que habitan no se presenta a las elecciones: a ellas sólo acuden partidos que prometen soluciones, con variantes de izquierda y de derecha, para una sociedad que no es la que ellos viven cada día en su familia, sus amigos, su trabajo, su barrio o su ciudad. Se les presentan, en primer lugar, unos partidos que o bien les hablan continuamente del pasado histórico o bien, en caso de tratar problemas del presente, argumentan con razones que fundan también en ese pasado. En efecto, el dogma al que nadie escapa es que Cataluña es el producto exclusivo de su pasado histórico. Este pasado puede ser tan remoto como Carlomagno, Guifré el Pilós o el Comte Borrell, o tan próximo como Macià, Companys o Tarradellas, pero siempre la historia -convenientemente manipulada, por supuesto- posee la llave que permite encontrar la solución adecuada. Y esta solución siempre es la misma: lo que necesita Cataluña es más poder, más competencias, más soberanía, la soberanía. Solamente entre esta variada gradación de opciones escogen los distintos partidos. En segundo lugar, la identidad catalana es considerada como identidad única, la cual se convierte en la ideología dominante transversal a todos los partidos: Cataluña es, antes que nada, una lengua, una historia, una manera de ser, unas tradiciones, una cultura, un derecho. Después se añade, en ciertos casos, que Cataluña es plural, pero en el momento de hacer tan triviales enumeraciones, Cataluña es siempre una, nunca dos, tres... o infinitas. Cataluña, un solo pueblo: ese es, sin otro matiz, el dogma oficial. Ante estas dos propuestas fundamentales -historia común e identidad única-, el ciudadano que considera que su identidad no pasa por la historia de Cataluña que le han explicado; aquel que cree que los problemas de Cataluña son, sobre todo, los muy concretos que le afectan a él, a su familia y amigos, a su entorno social, laboral y cultural, problemas todos ellos que no se solucionan ni con más competencias ni con más soberanía; el otro ciudadano que, además, siente su identidad personal como cosa peculiar y propia, en absoluto coincidente con cualquier identidad preestablecida que quiera atribuírsele; en definitiva, todos aquellos que, a menos que por nivel político-cultural sepan comprender muy bien la vieja estrategia de hacer coincidir los intereses de las personas con los llamados "intereses nacionales", todos estos ciudadanos, repito, como es obvio no van a votar. Si el partido socialista quiere ganar las elecciones, sólo tiene un camino: hacer que aumente la participación de los sectores que votan en las generales y se abstienen en las autonómicas. Para ello debe enviar un mensaje claro y nítido a la compleja y variada sociedad catalana, haciendo evidente que su opción no pasa por recurrir al pasado, sino por tratar de solucionar los problemas de la Cataluña del presente, que no es otra cosa que el conjunto de los ciudadanos realmente existentes, cada uno de ellos sujeto portador de una identidad propia e intransferible; que somos un país bilingüe y que esta riqueza, enormemente positiva, debe ser protegida y potenciada; en fin, que formamos parte de la sociedad europea y que los lazos jurídico-políticos que nos unen con el resto de España y con el resto de Europa no pueden ser otros que los federales. Como consecuencia de todo ello, debe dejarse claro que la política catalana, aquella que se dirige desde la Generalitat, en el caso de que los socialistas ganen las elecciones, dará un giro de 180 grados al objeto de que quepan definitivamente en las instituciones políticas de nuestro país todos los ciudadanos de Cataluña, de las muy diversas Cataluñas existentes. También, por tanto, deben tener su encaje estos 600.000 ciudadanos que hasta ahora se abstienen.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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