Niños de la guerra
UNO DE los horrores de la guerra moderna es el papel que en ella tienen los niños y niñas. Como víctimas, pero también como combatientes. Este doble fenómeno ha crecido de forma vergonzosamente espectacular, según el informe presentado ayer por Amnistía Internacional bajo el título Los niños, en la línea de fuego. Por eso sería esencial que la comunidad internacional limitara la venta de armas ligeras, más manejables para los menores combatientes, y elevara la edad mínima de reclutamiento de los 15 años fijados en la actualidad a los 18 que propone Aministía, secundada en este empeño por el representante especial designado por Kofi Annan para esta cuestión.El informe calcula que 300.000 niños en el mundo son combatientes en conflictos armados, en Uganda, Sri Lanka o Sudán, entre otros países. A menudo son reclutados con ritos iniciáticos y sometidos a vejaciones con el fin de endurecerlos para el combate u otras labores, ya sea como señuelos o para localizar minas antipersonas.
Ayer volvían a reanudarse en Ginebra los trabajos para intentar elevar de 15 a 18 años la edad mínima de reclutamiento establecida en el Convenio de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, un texto aprobado en 1989 y que no han ratificado aún EE UU ni Somalia. Incluso ese límite de los 15 no se respeta en muchos países que carecen de registros civiles o controles de identidad. Los 18 parece una edad adecuada -y así lo determina la ley española-, pero países como el Reino Unido reclutan a una tercera parte de sus soldados profesionales a edades más tempranas y se resisten a revisar este artículo de la declaración.
Un 90% de las víctimas de los conflictos armados son hoy civiles -frente a un 10% a principios de siglo-, y una tercera parte de ellos son menores. Amnistía calcula que 10 millones de niños han presenciado una muerte o un acto de brutalidad en un conflicto en la última década. ¿En qué futuro van a creer estos menores cuando crezcan con tales horrores grabados de forma indeleble en su memoria?
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