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Tribuna
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Chotis-mix

Queridos oso y madroño: Me llamo Ramón Tena Barbadillo, de 27 años, soltero, nacido en Vallecas, criado en Usera y residente en el barrio de Maravillas. Soy camarero, escritor de versos y fundador de la ONG Tunos sin Fronteras. En estos momentos me encuentro en Centroamérica de gira humanitaria cantando pasodobles y clavelitos de mi corazón en las zonas masacradas por el huracán Mitch. Me acompañan otros dos colegas de la organización que tocan la pandereta y me hacen coros. Los tres somos ciudadanos del mundo, aunque vayamos vestidos de tunantes. Estamos convencidos de que Madrid está muy bien, la verdad, pero se mira demasiado el ombligo y propende al ensimismamiento. Salir de allí de vez en cuando es muy sano para la mente, aunque tiene sus riesgos.

Estas gentes azotadas por los desastres se divierten mucho con nosotros y no acaban de entender por qué nos vestimos de forma tan extraña. Los tunos somos unos incomprendidos. Total, más que de cantantes, estamos ejerciendo de payasos. Cuando llegamos a una localidad, de inmediato se nos juntan los niños, los perros, alguna gallina e infinidad de moscas y mosquitos. Pero nosotros, inasequibles al desaliento, no cejamos en nuestro afán y organizamos bailes, concentraciones y fiestas en las plazas de las aldeas. El viernes actuamos en la localidad de Santa Fe, una villa cercana a Trujillo, en la costa caribeña. Todos los habitantes son garífunas, una etnia negra muy abundante en Honduras. Lo cierto es que no acaban de entrar por el chotis tradicional. Nos ponemos a cantar aquello de pedazo de la tierra en que nací y se desternillan, se parten de risa por las esquinas, las gallinas se alborotan y los lugareños dan rienda suelta a su capacidad de exotismo. Pero esto nos ha hecho reflexionar: hemos inventado el chotis-mix, conglomerado de salsa, merengue, ranchera, rap y acid-house.

El chotis precisa abrirse a la modernidad. El chotis es un ombligo cuadrado. No es que se pueda bailar encima de un ladrillo, es que es un ladrillo.

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