Vientos de cambio sobre el oasis catalán
Las elecciones municipales y autonómicas pueden modificar el mapa político
Del mismo modo que las recientes elecciones vascas han modificado sustancialmente el mapa político en aquel país, el ciclo electoral que llega con 1999 puede sacudir en Cataluña un equilibrio que lleva 20 años de apreciable estabilidad. Los nacionalistas de Jordi Pujol y los socialistas catalanes que desde 1977 se reparten el poder autonómico y local a partes casi iguales registran ahora en todos los sondeos tendencias inversas: al alza los socialistas, a la baja los nacionalistas. Combinado con la tendencia al alza del Partido Popular (PP), esto abre la expectativa de un cambio. Y no sólo en el sentido de un relevo en el Gobierno de la Generalitat. Aparecen como posibles cambios en las alianzas y en las orientaciones de las grandes fuerzas.Éste es el año en el que Jordi Pujol puede perder unas elecciones al Parlamento que están configuradas como elecciones a la presidencia de la Generalitat. Son sus elecciones. Si las pierde, 1999 será una fecha que los suyos no olvidarán. Ahí es nada: pasar a la oposición tras 19 años de estar en el poder. Para su partido se abrirían en este caso tantos interrogantes que es difícil prever cuál iba a ser el más decisivo. ¿Qué hacer con un Pujol derrotado? ¿Diría adiós, como ha hecho Helmut Kohl? ¿Seguiría ejerciendo como factótum de un partido que mantendría una gran importancia? ¿O haría como Felipe González, ni dentro ni fuera? ¿Cuánto tiempo duraría la coalición que Convergència forma con la democristiana Unió Democràtica (UDC)? ¿Puede haber un sucesor para una figura tan singular? ¿Qué modelo de liderazgo podría sustituirle? Además, Convergència es un partido que, desalojado del Gobierno catalán, debería buscar una nueva identidad. ¿Cómo podría seguir arrogándose el papel de único defensor de Cataluña si los electores le colocaran en la oposición?
La sucesión
También cabe, obviamente, que Pujol gane estas elecciones y continúe como presidente de la Generalitat. Los interrogantes que se plantearían en este caso tienen menos morbo político que los provocados por una derrota. Pero no dejan de ser interesantes. ¿Sería su última legislatura? ¿Cómo prepararía su sucesión?
El hecho de que el 13 de junio se vote también para las municipales hace posibles todas las combinaciones. Porque de la misma forma que hay una tendencia de CiU a la baja en las autonómicas, la izquierda topa con serias dificultades para revalidar su mayoría en el Ayuntamiento de Barcelona, la principal ciudad de España con alcalde socialista.
Una de las posibilidades es que todo quede igual que ahora, con Pujol como presidente y Joan Clos como alcalde. Puede que se produzca un intercambio: el socialista Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat y un convergente, Joaquim Molins, como alcalde. Eso sería una compensación y el mantenimiento de la función de contrapeso que, en la práctica, ha cumplido el Ayuntamiento de Barcelona durante la etapa de Gobiernos pujolistas. Pero la situación es suficientemente equilibrada como para que las dos fuerzas aspiren también a copar todas las victorias. Y, alternativamente, corran el riesgo de pasar a la oposición en ambas instituciones a la vez.
Tentaciones
Para la democristiana Unió Democràtica de Catalunya (UDC) de Josep Antoni Duran Lleida, 1999 es un año de grandes tentaciones. Una de ellas, la más potente, es separarse de Convergència si el ciclo electoral es adverso a la coalición nacionalista. Unió no se ha presentado nunca sola a las elecciones y si quiere hacerlo alguna vez sería bastante lógico que aprovechara la recomposición inherente a una derrota de CiU para probar el sabor de la independencia.
Ésta no sería, sin embargo, la única tentación. Maragall anda buscando centristas con los que formar mayoría y sin duda alguna va a dirigir sus cantos de sirena también en dirección a Unió. Típico de los centristas es no obstante el recibir requerimientos de ambos lados del espectro político. También Aznar ofreció a Duran Lleida un puesto en su Gobierno.
Ni qué decir tiene que esta eventualidad podría repetirse si se produjera esa ruptura de CiU que ambos partidos consideran poco menos que inevitable.
Así pues, Unió se encuentra ante la sugestiva expectativa de continuar disfrutando de las rentas de CiU si gana las elecciones autonómicas y municipales o de lanzarse al vuelo con sus propias fuerzas si las pierde. Incluso puede que, además, un cambio de pareja le permita continuar gobernando. Ya sea en la Generalitat, en el Ayuntamiento de Barcelona o, por qué no, en el Gobierno de España.
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