Artes y Oficios se cae a trozos
La Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Barcelona, más conocida como la Llotja, situada en la calle de Avinyó, prácticamente se cae a trozos. La culpable de esta situación, según el director delegado del centro docente, Lluís Casado, es la Generalitat. Para Casado, el actual estado del centro es consecuencia directa de la falta de recursos, que la Administración le ha negado. El Departamento de Enseñanza, por su parte, reconoce que el edificio está obsoleto y que tendrá que ubicarse en otro sitio, aunque no sabe cuándo se producirá el traslado. Según el mapa escolar, algunas de las materias impartidas en la Llotja se trasladarán a un nuevo centro de la localidad de Sant Just Desvern (Barcelonès). El director y el alumnado de la Llotja no están de acuerdo con esta ubicación porque estiman que Sant Just está muy mal comunicado. "Hay pocos autobuses que te lleven allí", explica Casado. "Quieren trasladar la asignatura de Diseño Gráfico fuera de Barcelona para beneficiar a las escuelas privadas", añade. Imma Clemente, representante de los alumnos del centro, asegura: "La gente no quiere ir a Sant Just porque está muy lejos de Barcelona. Además, buena parte del alumnado de la Llotja procede de poblaciones que no son del área metropolitana de Barcelona, con lo que la nueva ubicación les perjudicará." La situación actual del edificio, que antes de la guerra civil fue la lujosa sede del Círculo Mercantil, que albergaba lo más selecto de la burguesía catalana, es patética. La fachada, que fue reparada en 1997 por la Generalitat, ofrece un aspecto lamentable. "Arreglaron lo más importante para que no cayera ninguna piedra sobre nadie, pero otras cosas las tuve que pagar yo de mi propio bolsillo", indica el director. Patrimonio histórico Casado insiste en que sus reclamaciones de mejora han chocado, año tras año, contra el Departamento de Enseñanza: "Les pedí que pusieran una reja en la fachada para evitar posibles desprendimientos, aún estoy esperando su respuesta." El edificio, construido a mediados del siglo pasado y de estilo neoclásico, está catalogado como patrimonio histórico. "Las esculturas de la fachada son muy valiosas, pero esto no preocupa a la Generalitat, que sólo se interesa por el modernismo". El salón de entrada del edificio de la Llotja está en buen estado gracias a las 700.000 pesetas que el Departamento de Enseñanza se gastó durante el curso 1996-1997 para pintarlo. Pero el presupuesto sólo sirvió para arreglar las zonas de la escuela que quedan más a la vista. Esto provoca una extraña sensación al visitante: el pasillo que conecta la entrada con la biblioteca está pintado, pero el aula contigua permanece como hace lustros, con su techo sucio y sus antiguas columnas despintadas. La mayoría de los lavabos del centro se encuentran en estado ruinoso. Uno incluso tiene una grieta. "Nadie se atreve a entrar aquí", indica la representante de los alumnos. El cuarto de los conserjes también está en mal estado. "No lo he usado nunca", exclama un bedel. La mayoría de las aulas ofrece un aspecto penoso, con la pintura de las paredes cayéndose a trozos. En una de estas aulas no se pueden impartir clases. Por culpa de la lluvia, el techo de escaloya desapareció hace tres años. "Fue la única vez que vino un inspector de Enseñanza. No ha vuelto más ni tampoco han reformado el aula", comenta el director. En la puerta, un cartel con una calavera indica que el lugar no es apto para hacer clases. Donde sí se imparten asignaturas es en el aula número 11. Esta aula tiene algunos cristales rotos y una precaria claraboya de poliuretano. En una de las salidas, un cartel advierte al alumnado: "No salir, peligro de desplome". En el subterráneo, el aula de modelado está al lado de una gigantesca caldera que, según reza un escrito firmado por el director y los alumnos, "no pasaría el control de gases". "Aquí no se puede dar clases. ¡Huele a madera podrida!", exclama Clemente. El director del centro deja atrás el romanticismo. "Duele tener que abandonar este edificio, pero si nos ofrecen una buena alternativa en la ciudad de Barcelona, no lo dudaría ni un momento". "El problema", añade, "es que nos quieren mandar lejos de Barcelona". Para los alumnos, la ubicación de Sant Just Desvern no tiene lógica: "Esta localidad no tiene tiendas especializadas, no tiene museos, galerías. ¿Qué vamos a hacer allí?", señala Clemente. De momento, los 400 alumnos del centro van a tener que quedarse en el edificio hasta que Enseñanza decida el traslado, que según el mapa escolar se hará efectivo a partir del curso 2001-2002.
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