Madrid: suelo para el presente y el futuro
Eduardo Mangada, ex concejal de Urbanismo y ex consejero de Urbanismo y Obras Públicas de la Comunidad, dedica al alcalde y a sus adictos concejales un artículo en el que, bajo el título Madrid, el suelo y el subsuelo, se despacha, nada más empezar, con una retahíla de adjetivos (incultura, cinismo, chalaneo, políticas neoliberales, retrógradas...), incluso antes de explicar y justificar su tesis. Pone en práctica esa táctica "de no hay mejor defensa que un buen ataque", aun cuando excita poco la curiosidad del lector, al perder cierto grado de sutileza en su alegato.Da la impresión de no estar muy satisfecho con la situación actual, a la que imputa un mal de desgobierno urbanístico ("Madrid está en venta"), lo que probablemente sucede porque ya no tiene las responsabilidades que tuvo como concejal de Urbanismo, primero, y como consejero de Obras Públicas, después.
La verdad, señor Mangada, lo que usted escribe suena a algo así como "después de mí, el caos" y me parece, aunque quizá sólo sea una impresión, que tiene la suficiente experiencia en responsabilidades políticas y en el conocimiento de la materia (el suelo) como para relativizar las situaciones y tomar la distancia prudente que le permita juzgar la realidad con cierto escepticismo (la duda es inteligente) y distanciamiento. Quizá está motivado por un nuevo fervor juvenil.
Hasta tal punto llega su indignación que nos tacha de "avalistas y encubridores, cuando no socios de los intereses inmobiliarios más espúrios". Yo le agradecería, muy sinceramente, que nos explicase cuáles son éstos, lo que nos permitiría situarlos en un "índice" que distribuiría entre los funcionarios bajo mi dependencia para que evitasen cualquier relación o contacto.
Por nuestra parte, alcalde y adictos concejales mantenemos una escrupulosa lejanía de intereses concretos, pues desde el primer día se nos transmitió que defendiésemos el interés general de Madrid y que, si me permite el símil, actuásemos como esa imagen que representa a la Justicia, con los ojos tapados, sin importarnos quién es el concreto propietario de un suelo y poniendo siempre en el lado que vence la balanza los intereses públicos.
No quiero, sin embargo, dejar pasar la ocasión para intentar explicar cuáles son los criterios que marcan la política urbanística de nuestra ciudad. Para comenzar, le diría que el plan de 1985, como todos, tenía aspectos positivos, negativos y regulares. En cualquier caso, este plan se había quedado estrecho para la ciudad y la realidad, económica y social, se alejaba de sus pretensiones a velocidad de AVE. El centro se terciarizaba, los madrileños, las nuevas parejas se iban a la periferia (no todos eran yuppies), las industrias abandonaban sus localizaciones interiores, se empezaba a hacer la M-40, aunque no estaba prevista en el plan, se pensaba en la ampliación de Barajas (por cierto, su compañero Borrell) y el precio del suelo subía y subía. Hasta tal punto esta tensión urbanística era preocupante que el Gobierno socialista elaboró la Ley 8/1990, que en su primera frase dice: "El fuerte incremento del precio del suelo, que excede de cualquier límite razonable en muchos lugares, y su percusión en los precios finales de las viviendas y, en general, en los costes de implantación de actividades económicas, es hoy motivo de seria preocupación para los poderes públicos...".
Indudablemente, entre esos muchos lugares estaba Madrid. Así consta en las estadísticas oficiales (Ministerio de Fomento), en las que se publican ahora y en las que se publicaban durante el Gobierno socialista. Luego esta Ley, la que hicieron sus compañeros del partido socialista, tuvo mala suerte o mala salud. Al poco tiempo de tomar posesión el señor Borrell como ministro nombró una comisión, amplia y representativa (todo hay que decirlo) para ver cómo salía del marasmo en el que el urbanismo se encontraba, que demostraba una inelasticidad absoluta, en términos económicos, a la Ley aprobada por sus compañeros. Y durante todo ese tiempo los recursos de inconstitucionalidad presentados por las comunidades autónomas continuaban avanzando. Y hasta tal punto avanzaron que en 1997 se declararon inconstitucionales tres cuartas partes de la Ley, más de 170 artículos. ¡Qué pasada, señor Mangada! La verdad es que yo no recuerdo otro caso similar de inconstitucionalidad. Bueno, más que mal de inconstitucionalidad, aquello fue una epidemia.
No piensen, con lo que le cuento, que pretendo decir que todo esto es culpa del señor Mangada. En absoluto. Ni siquiera creo que cuando hizo su plan preveía lo que iba a suceder. Entrada en la Comunidad Económica Europea, inversiones extranjeras, política del pelotazo (España es el país en el que uno se puede hacer rico más rápido, dixit Solchaga). El problema estaba en que su plan estaba fuera de la realidad, porque debía usted de pensar que con un Plan General la ciudad puede acabar como ese cartel naif que presentaron en las primeras elecciones. Y nada más lejos, afortunadamente. Los planes deben ser humildes y los programas y las acciones políticas ambiciosas. Eso sí, hay que procurar que cuando se hace un plan, luego los Tribunales no te lo desmonten. ¿Recuerdan qué le pasó al plan de 1985 con la reparcelación económica y con los suelos vinculados a la construcción de viviendas protegidas? Un sucesor de consejero, el señor Espelosín, tuvo que lidiar el problema de la anulación de estos contenidos.
Los planes deben ser, además de humildes, flexibles, neutrales, para permitir que cada Gobierno pueda hacer su política. Y liberales para no encorsetar la realidad económica y social que, afortunadamente, es mucho más imaginativa que sus redactores.
Donde hay que aplicar la energía es en la resolución de problemas concretos y practicar políticas decididas. En vivienda, por ejemplo, incrementando la financiación a la vivienda protegida como han hecho en sus Gobiernos el señor Aznar y el señor Ruiz-Gallardón y bajando los tipos de interés con una política económica rigurosa. ¿Recuerdan cuánto pagaban los madrileños por una hipoteca de un millón de pesetas cuando gobernaba el señor Mangada y cuánto pagan ahora? ¿Recuerdan cuánto destinaron los Gobiernos socialistas de la Comunidad y del Ayuntamiento al Consorcio de Población Marginada y cuánto hemos dedicado en los últimos cuatro años? ¿O prefieren que cuente el número de viviendas iniciadas y terminadas desde la EMV por José María Álvarez del Manzano? ¿O las cantidades invertidas en la política de rehabilitación y regeneración del centro histórico? Por eso, señor Mangada, no mentimos sino que comprometemos la política municipal y sus presupuestos para resolver el problema de la vivienda en las capas sociales con rentas bajas y medias. Le recuerdo los más de 20.000 millones de pesetas invertidos en Bolsa de Deterioro Urbano. Precisamente hemos puesto en marcha dos más últimamente: Emilio Ferrari y Polígonos Complementarios en Vallecas, conjuntamente con el Ivima.
Pero, al mismo tiempo, creemos que el Urbanismo no puede ser nada más que un conjunto de prohibiciones y limitaciones. Tiene que servir para hacer políticas activas, clasificando suelos sin valor ecológico y permitiendo su transformación para hacer ciudad, siempre que los promotores asuman sus deberes y cargas.
Por eso tampoco mentimos cuando decimos que la clasificación del suelo extensiva y la agilización de su gestión permiten incrementar su oferta y evitar tensiones en el mercado. Madrid tiene ya más de 33 millones de metros cuadrados de suelo con planes parciales aprobados ¿Qué hubiera sucedido si en este momento de actividad económica y bajos tipos de interés hubiésemos mantenido su tesis? Esta ciudad sería un zoco inmobiliario, señor Mangada.
Ahora, Madrid está poniendo en práctica un nuevo urbanismo de oferta que conjugue intervenciones públicas intensivas (Centro, Valderribas, Parque Lineal del Manzanares Sur, Bolsas de Deterioro Urbano) con una política de liberalización y desregularización, acompasada a los criterios de la Unión Europea. Competencia entre suelos y operadores, con seguridad jurídica (no a los jugadores de ventaja), transparencia (no a la información privilegiada) e igualdad de oportunidades (no a la cooptación de grupos ni sectores sociales).
El cinismo y el engaño está en otros lugares, en otras políticas y en otros tiempos. Quizá puedan encontrar algo en esa foto en la que un grupo de relevantes dirigentes socialistas se dedicaban a poner la primera piedra de la esfera armilar y les decían a las cooperativas que pronto les iban a dar un llavero con las llaves de un piso. ¿Ésa era la política cultural prioritaria del momento? A lo mejor es que estaban inmersos en dar consejos a Renfe para hacer el tren de Alcobendas y San Sebastián de los Reyes. En definitiva, entre los promotores, las empresas constructoras y los intermediarios y comisionistas, me quedo, sin duda, con los dos primeros.
Mientras tanto, hay que mirar al futuro con más optimismo, no se debe querer prohibirlo todo, hay que tener confianza en el hombre, y pensar que hay muchos promotores y constructoras serias y profesionales que no se dedican a chalanear. Y si a pesar de todo piensa, señor Mangada, que puede arreglar el mundo o al menos Madrid con sus políticas intervencionistas y planificadoras, no deje de presentarse a las elecciones, que es la mejor manera de salir de las brumas.
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