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El presidente de EE UU acepta ser censurado por el Congreso para evitar el 'impeachment'

La Casa Blanca lanzó ayer una ofensiva para cambiar el curso del proceso que puede concluir con la conversión de Bill Clinton en el segundo presidente norteamericano juzgado para su destitución por el Senado. Clinton, desde Gaza, y Al Gore, desde Washington, hicieron dramáticos llamamientos para que la Cámara de Representantes opte el jueves por la censura del presidente y no su procesamiento o impeachment. La crisis política interna de Estados Unidos, la más seria desde Watergate, hace un cuarto de siglo, afectó negativamente por quinto día consecutivo a las cotizaciones de Wall Street.

El caso Lewinsky, que comenzó como un culebrón y siguió como una polémica política y jurídica, entró la pasada semana en la historia cuando el comité de Asuntos Judiciales recomendó al pleno de la Cámara de Representantes que procese para su destitución a Clinton por dos cargos de perjurio, uno de obstrucción a la justicia y otro de abuso de poder. El pleno se reunirá a partir del jueves para decidir si aprueba esos cargos y envía a Clinton a ser juzgado en el Senado.Consciente de que al menos una de las acusaciones de perjurio puede ser aprobada en la Cámara, Clinton se declaró ayer en Gaza dispuesto a "cualquier compromiso razonable" para evitar esa perspectiva, que, incluso en el caso de que fuera luego absuelto por el Senado, marcaría con un sello infame su presidencia. "No creo", dijo, "que el interés del pueblo norteamericano sea que continúe este proceso de impeachment y tengamos un juicio en el Senado".

El "compromiso" que Clinton ofrecía era la censura, pero esta alternativa al procesamiento para la destitución ya fue rechazada el sábado por el comité de Asuntos Judiciales. Bob Livingston, el nuevo líder republicano en la Cámara de Representantes, seguía declarándose ayer contrario a permitir que el pleno la vote. La mayoría de los republicanos insistían en que el único castigo parlamentario que la Constitución de EE UU establece es el impeachment.

Pese a que la censura no está inscrita en la letra de la Constitución, el vicepresidente Gore, rompiendo un largo silencio sobre esta crisis, también la consideró ayer el castigo apropiado para "los terribles errores" de Clinton. "Debería haber censura y no impeachment", dijo. "Los líderes republicanos están rechazando cualquier componenda y forzando un voto que el pueblo no quiere".

Los estadounidenses, en efecto, consideran en un 71% que Clinton cometió delitos de perjurio en su declaración de agosto ante el gran jurado orquestado por el fiscal Kenneth Starr, pero siguen oponiéndose al proceso de destitución. Esa oposición, no obstante, ha descendido desde las sesiones de la pasada semana del comité de Asuntos Judiciales. Según el sondeo CNN-USA Today-Gallup difundido ayer, el 38% quiere ahora el impeachment (32% la pasada semana) y el 59% (66% la pasada semana) se opone al mismo.

Clinton reiteró ayer que no piensa seguir el ejemplo de Nixon y dimitir antes de que su caso llegue al pleno de la Cámara. El domingo, Henry Hyde, presidente del comité de Asuntos Judiciales, y otros republicanos le habían instado a hacer "algo heroico" para ahorrarle al país el calvario del impeachment: irse voluntariamente de la Casa Blanca.

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Confesión completa

Pero el llamamiento de Clinton a un "compromiso" volvió a verse minado por su negativa a hacer la confesión completa que le piden las dos docenas de congresistas republicanos moderados que tienen dudas sobre el impeachment y los editoriales de diarios influyentes como The New York Times y The Washington Post. "No puedo hacerlo, porque no cometí perjurio", dijo a los reporteros en el aeropuerto de Gaza.Esa actitud seguía complicándole las cosas. Jay Dickey, un republicano moderado de Arkansas que aún no se ha pronunciado a favor o en contra del procesamiento, declaró: "Creo que Clinton debería reconocer que ha montado un follón en este país por no decir la verdad bajo juramento; debería ser menos dictatorial, tener más respeto por las decisiones del Congreso y no decir que tan sólo las aceptará si optamos por la censura". Mientras la Cámara preparaba la puesta en escena de una sesión extraordinaria que solo tiene un precedente en la historia -el de Andrew Johnson, en 1868-, los partidarios y enemigos del impeachment inundaban el Capitolio con decenas de miles de cartas, telegramas y llamadas telefónicas. El principal problema de los republicanos era evitar que muchos rompan la disciplina de partido. Tom DeLay, el jefe de su aparato en la Cámara, se encargaba de ello. Los republicanos contarán el jueves con una mayoría de 228 escaños frente a los 206 demócratas, pero una veintena larga seguían ayer indecisos.

Los demócratas, por su parte, tocaban a rebato e intentaban movilizar a la opinión pública a favor de un presidente que sigue contando con un índice de aprobación política del 64%. El reverendo Jesse Jackson, que ha sido una especie de confesor de los Clinton en el caso Lewinsky, convocó para el jueves una vigilia en las escaleras del Capitolio. "Le pediremos misericordia a Dios y un justicia proporcional al Congreso", explicó. "Todos los hombres y mujeres son pecadores".

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