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Woody Allen afirma que la infidelidad es "uno de esos problemas sin solución"

El cineasta señaló ayer en Madrid que sus comedias surgen de situaciones desesperadas

Elsa Fernández-Santos

"Con el paso de los años lo único que se aprende es a navegar por la vida procurando hacerse menos daño, pero nada más. Sabiendo que hay problemas que nunca se pueden solucionar. Y la infidelidad es uno de esos problemas sin solución". Woody Allen presentó ayer en Madrid su última película, Celebrity, un filme en el que el cineasta neoyorquino insiste en sus obsesiones: la imposibilidad de la pareja, el sexo, el destino y la culpa. Para Allen, Celebrity es una comedia "exagerada y extrema". "Para mí es difícil ser gracioso si no es con situaciones desesperadas, ésas que parecen de vida o muerte y de las que jamás sería ajustado sacar ninguna relación con mi propia vida, que es mucho más tranquila ".

Con su habitual aspecto de paseante del Central Park (jersey de lana y pantalones de pana), Woody Allen contestó ayer, rodeado de cámaras, en el salón de un hotel de Madrid, a las preguntas sobre Celebrity, "una comedia exagerada, porque sólo entiendo el humor desde el límite y la crísis". El cineasta neoyorquino, de 62 años, asegura que no ha protagonizado su último filme -que se estrena el próximo febrero en España- porque se siente "mayor" para interpretar el papel de Lee Simon, el periodista y escritor que decide, tras años de matrimonio, buscarse a sí mismo en los brazos de todas las mujeres que se cruzan por su camino.En su lugar, el actor británico Kenneth Branagh acaba enredado con actrices famosas (Melanie Griffith) que le dicen mientras le bajan la bragueta que sólo son fieles a sus maridos "de cuello para abajo", con modelos multiorgásmicas, en una cama redonda junto a Leonardo Di Caprio o con la joven actriz de teatro del off Broadway (Winona Ryder) de la que fatalmente se enamora mientras le advierte que ella es como él. "La infidelidad no es ni masculina ni femenina", dijo ayer Allen. "Nos enfadamos con nosotros mismos, buscamos la solución en médicos, en científicos. Pero nadie nos dice nada porque no existe una respuesta. Ya hablé de esto en Maridos y mujeres y ahora, de alguna manera, lo he retomado".

Pesimista

"Celebrity es una película pesimista, pero sólo porque me salió pesimista, por nada más", añade Allen, que cierra su filme con la palabra help (ayuda) escrita en el cielo de Manhattan. "La película nació de una idea pesimista, que es la de la seducción de la celebridad y el sentimiento de culpabilidad que crea. La fama en EE UU es un fenómeno cultural que no sé si me produce ganas de reír o de llorar. Decidí seguir las huellas de una pareja que se separa para entrar en ese mundo en el que la gente se corrompe por dinero. La fama pone sobre el tapete muchas cuestiones morales. Conozco a tantos escritores muy buenos que han acabado destruidos por su culpabilidad al ganar unas cantidades desproporcionadas de dinero, destruidos por su necesidad de justificar ese dinero, destruidos porque saben que no son nada. La mayoría han acabado escribiendo pura basura para la televisión".Woody Allen asegura que el cine sigue siendo su medicina contra sus crisis personales, que es el cine lo que le "distrae" de sus confusiones. "Tengo una mujer, y un grupo de amigos muy buenos desde hace muchos años, a los que siempre acudo cuando tengo una crisis. Mis miedos y mis problemas son los mismos de todo el mundo, las mismas preguntas existenciales. Sólo el cine me distrae de esas preguntas, porque aunque yo pida ayuda a los que me rodean, sé que mis preguntas, como las de todos, no tienen ninguna respuesta"

El cineasta, que ha terminado de rodar junto a Uma Thurman y Sean Penn su última película (la historia del triángulo amoroso que se forma alrededor de un guitarrista de jazz de los años 30), asegura que antes de Kenneth Branagh pensó dar el protagonismo de Celebrity a otros actores norteamericanos como Alec Baldwin y Dustin Hoffman. "Hoffman está también demasiado mayor, así que me decidí por Branagh porque logra imitar perfectamente el acento americano y, además, porque es un gran actor. Creo que a aquellos que les gusta la película les gusta con Kenneth Branagh y a los que no, no creo que les gustara más por estar yo en su lugar".

Sobre la cada vez mayor aparición de estrellas de Hollywood en sus películas, el cineasta norteamericano asegura que no es por una estrategia comercial: "Mi criterio a la hora de elegir a los actores siempre es el mismo. No me importa que sean estrellas o gente desconocida, busco al que creo que es el mejor para un papel determinado. Lo único que quiero es que los actores se ajusten al personaje. No tengo la presión de los grandes estudios, nadie me exige escoger a una estrella, pero si creo que una estrella encaja en el papel, la llamo y lo intento. Y ellos acuden, por un salario simbólico, testimonial, porque están hartos de la escasez de buenos personajes, de papeles decentes. El cine estadounidense actual se limita a los efectos especiales, al cartón piedra, a las persecuciones en coche, a las comedias idiotas. Y los actores estan hambrientos de actuar, de interpretar, de demostrar sus virtudes. Yo me aprevocho de esa situación. Tengo mucha suerte por ello, aunque mi suerte sea el reflejo de su insatisfacción. No digo que yo les ofrezca papeles maravillosos, sino simplemente papeles razonables".

Artistas

Para el director de Desmontando a Harry el éxito de sus películas en Europa es algo difícil de entender. "Europa no sé si es mi solución o, quizá, mi problema", dice. "En cualquier caso, soy muy americano, me gusta el béisbol, el baloncesto, los hermanos Marx y el jazz. En EE UU mi audiencia es fiel, pero pequeña. Yo siempre he estado al margen de la industria, desde que empecé vieron en mí a un cómico, a un tipo gracioso sin más. Yo creo que la clave ha sido ir de artista, cuando vas de artista te tratan como artista y eso es genial. Como Kubrick y Bertolucci, que da igual lo que hagan: son artistas porque siempre se han comportado como artistas". Sobre su relación con los actores a la hora del rodaje, Allen desmintió el secretismo que dicen rodea al guión: "No es cierto que nunca enseñe el guión a mis actores. Los intérpretes principales conocen muy bien el guión, pero a los secundarios sólo les doy las ocho o diez páginas en las que aparecen ellos. Primero, porque creo que les hago un favor evitándoles leer las 200 páginas del guión completo, y luego, porque ellos confían en mí, el supervisor de su trabajo. Además, en la vida real es así, uno nunca sabe qué le va a suceder. La sorpresa del actor es así más genuina".

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Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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