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El tiempo de las colas

Aeropuerto de Barcelona: 5 de diciembre a las seis de la madrugada, más o menos. Las pantallas de salida están llenas de vuelos. No menos de 18 cuenta el lector que deben salir en el espacio de una hora. El suyo, entre otros. Él mismo tiene que esperar un montón de tiempo que piensa repartir mirando los Duty Free antes de su inminente desaparición. Vanas esperanzas. Vanas esperanzas, su mañana fue menos consumista. Apenas salir de la escalera mecánica de la terminal B para pasar el control de la Guardia Civil tuvo que volver a bajar escalones. Sólo funcionaba un control y la cola bajaba por las escaleras fijas en un movimiento magrittiano. Tras la larga espera pensó en comprar quizás una botella para ahogar las penas. Nuevo fracaso. Las tiendas dependientes de Aldeasa estaban cerradas. El único bar que funcionaba tenía una cola más larga que la que había frente a la Guardia Civil. Las tiendas libres de impuestos estaban cerradas; otras, sin embargo, estaban abiertas. El lector se dirige a esta sección para saber los motivos por los que el aeropuerto no estaba a pleno rendimiento cuando por allí circulaban miles de personas. El portavoz del aeropuerto explica que la dirección comunica las programaciones a las tiendas, a la policía y a la Guardia Civil para que organicen sus efectivos. En el caso de las tiendas dependientes de Aldeasa (participada por AENA) el aeropuerto no puede forzarlas a abrir a una hora determinada, así que se ajustan a su propio horario. El resto de tiendas tiene un contrato más flexible. El aeropuerto tampoco puede decidir el número de agentes de las fuerzas de seguridad. Un teniente coronel de la Guardia Civil explica que los servicios se organizan en función de los efectivos disponibles y que los que actúan en el aeropuerto, ese día y otros, son los suficientes como para que nunca un pasajero haya perdido un vuelo por culpa del control. El lector asume este hecho, pero cree, admite que quizás ingenuamente, que su tiempo es suyo y que no tiene ninguna necesidad de irlo perdiendo en colas inútiles. Y añade que la mayoría de estas colas acaba haciéndolas ante organismos oficiales.El aeropuerto no siempre está preparado para la demanda real.

Para correspondencia con esta sección: Catalunya@elpais.es [PI] JOAN GUERRERO

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