"Sin el vacío no hay nada"
La edad ha enfrentado a Eduardo Chillida al misterio de la depresión. El escultor vasco cuenta que ha vivido la inesperada e incontrolable inquietud de pensar que su buena racha podría acabar en un duro golpe, como cuando, siendo portero de la Real Sociedad, una lesión truncó su brillante carrera futbolística. Los médicos que le han revisado le han encontrado en buena forma física, pero él cuenta que ha estado "fastidiado", porque, por primera vez, ha sentido a su lado una presencia irreal que lograba abatirlo. Entonces se ha empeñado en luchar contra ella, negándola, y ha buscado remedio en los paseos, la lectura, Bach, y el reencuentro permanente con los demás. "Estoy saliendo", dice satisfecho.En la casa de su hija mayor, en la que Chillida se aloja cuando viaja a Madrid, el escultor llega vestido con pantalón de pana y una sencilla y elegante chaqueta. Sobre la mesa del salón se encuentra una de sus obras. La decoración recuerda a la casa familiar en San Sebastián, como si su hija se hubiera contagiado de la atmósfera creativa del padre, de una gran claridad.
Pregunta. ¿Cómo está?
Respuesta. He pasado una época difícil, muy complicada: de repente te parece que todo se va cayendo. Últimamente he ido venciendo eso: ya se está terminando.
P. ¿Qué le ocurría?
R. Como una depresión, no sé debido a qué. No había tenido nunca una cosa así. Pero se puede luchar contra eso. Hay que pensar, y pensarlo todos los días, que se puede vencer, que no existe. Al principio me daba rabia, pero me di cuenta de que tienes que vencerla. Y ahí ando, estoy saliendo.
P. ¿Cómo está saliendo?
R. Olvidándome completamente de que existe. Por ejemplo, ayer [por el miércoles], me fui a todo ese lío de la inauguración en el Reina Sofía de las dos nuevas salas con obras mías. Al principio no pensaba ir, creía que iba a ser muy complicado dado el estado en el que me encontraba. Pero fue al contrario: con todo el mundo a tu alrededor, de repente te das cuenta de que no ha pasado nada. Y el montaje de la exposición está quedando muy bien. Si se llega al nivel que parece que se está consiguiendo van a quedar espléndidos los espacios.
P. ¿Qué supone para usted el que esta antológica coincida con su 75 cumpleaños, el próximo 10 de enero?
R. El hecho de cumplir 75 años no lo puede celebrar todo el mundo, y sobre todo llevándolo bien. La suerte es llegar dignamente a una edad así: eso es lo importante. A veces siento la inquietud de que puede volver a ocurrir lo que me pasó con el fútbol y con todo: en el mejor momento se me rompió la pierna. Sucedió justo cuando me querían fichar el Madrid y el Barcelona. Estaba en la cumbre y, de repente, un hachazo. Siempre te queda la inquietud de que lo que te pasó una vez te puede pasar de nuevo. P. ¿Cómo vence esa inquietud?
R. Como hice ayer, por ejemplo, cuando no teniendo ganas de ir al Reina Sofía, al final me sobrepuse y dije: `yo me voy con vosotros y se acabó´. Últimamente, en San Sebastián, en esta época en la que he estado fastidiado, para salir del bache he hecho kilómetros y kilómetros caminando. Me he ido fijando en cómo anda la gente. No ves dos que al andar hagan el mismo gesto ni el mismo movimiento, ni que tengan la misma relación con el suelo o con el paso. Esa comprobación de que todo el mundo anda de manera distinta, de que todos son hermanos y todos distintos, enseña mucho. En el terreno artístico enseña, entre otras cosas, que sigue habiendo caminos para el arte mientras haya hombres. No hay que perder nunca de vista que se pueden hacer siempre cosas que no se han hecho antes. También me ha ayudado la lectura y la música. He vuelto a autores ya conocidos para ver si los veía de otra manera. Releer lo que habías explorado a los 35 años tiene algo de positivo para saber dónde está uno.
P. ¿A qué lecturas ha vuelto?
R. Libros de arte, de matemáticas, de psicología. Unos poemas de Poe me han tocado especialmente, sobre todo la forma de emplear el tiempo, que es fundamental en la poesía. Los poetas utilizan el tiempo y nosotros el espacio de la misma manera.
P. ¿Y respecto a la música?
R. Para mí Bach es el gran genio, nadie le quitará el puesto. Estudioso de cómo penetrar en el interior de las piedras y luchador frente a los límites, el aire, el peso y la gravitación, el nombre de Eduardo Chillida cuelga estos días en diversas exposiciones. A la retrospectiva del Reina Sofía, primera de este carácter que un museo español dedica al artista, se une la dedicada a sus trabajos con hierro abierta en el IVAM de Valencia, y la recién inaugurada en Huesca dedicada a los Chillida artistas -él, tres de sus ocho hijos, su hermano y el hijo de éste-. P. ¿Está de acuerdo con la selección de las 160 obras que componen la antológica de Madrid? R. Sí, totalmente. El comisario, Kosme de Barañano, conoce mi obra lo mismo que yo. Y yo le he dejado, sabe todos mis problemas y deseos. Viene a casa continuamente y hablamos.
P. Un problema ha sido que el Reina Sofía no permite obras de más de cinco toneladas.
R. Hay muchas de mis obras que sobrepasan las cinco toneladas: la última, que está en Hernani, en el jardín de Zabalaga, pesa 65. Tuvimos que hacer un agujero de dos metros para recibir el peso con las garantías de que la escultura no se balancease.
P. Su obra trata del combate con el espacio.
R. Sí. Es una batalla que te lleva a un terreno donde las cosas se aclaran por sí mismas, como si encontraran una solución. Y esa solución se nota en la piel, se nota en la mano. Hay una relación entre la piel y la mano: la mano tiene su manera de ser sensible, que a veces no es la misma que la que tiene la cabeza.
P. Su obra también busca la definición del vacío. R. Sin el vacío no hay nada que hacer. Es el gran pozo del cual se pueden sacar ayudas para todo, en los volúmenes que hablan, y que hablan claro, tanto si son positivos como negativos.
P. La exposición incluye obras desde que usted tenía 23 años hasta la actualidad. ¿Cómo explica ese recorrido?
R. Como si estuvieras andando por el monte. Cuando empiezas cuesta esfuerzo, pero al día siguiente andas mejor, y cada vez mejor, hasta que te olvidas y empiezan a salir las cosas más ordenadamente, por ellas mismas, como si todo tuviera sentido. Al final, te das cuenta de que era lo lógico.
P. ¿Con qué material se ha sentido más cómodo?
R. Con el hierro. Es duro pero obediente y para que lo sea tiene que estar caliente. Después la tierra, un material que acepta muy bien las cosas que se hacen por ella. Luego tenemos el dibujo, que está en la base de todo.
P. ¿Cómo se ha relacionado su obra con los intereses literarios, arquitectónicos y musicales que la han acompañado?
R. La literatura, el pensamiento, ha sido la ayuda que necesitaba para que tuviera sentido. Los músicos, los poetas, son gente con la que se puede aprender muchas cosas.
P. En 1968, Heidegger le eligió para que ilustrase su ensayo El arte y el espacio. ¿Qué aprendió de él?
R. Mi encuentro con él fue impresionante. Que alguien así te pida cuando tienes treinta y tantos años hacer un libro juntos es bastante extraño. Aunque después no dejó tanta huella en mí como en un principio pensé que iba a dejar.
P. ¿Quién le dejó esa huella?
R. Por ejemplo, Ciorán. Era una persona estupenda. Le dije que mi impresión sobre él es que había alcanzado la inocencia a través del escepticismo. Se rió mucho del comentario.
P. Sigue usted en plena actividad creadora.
R. Yo sigo, y espero seguir hasta el final. Últimamente,creo que he hecho cosas que están tan bien como las mejores. Por ejemplo, la pieza de ocho metros que será colocada en la plaza de las pinacotecas de Múnich. Es una obra que parece maciza y sin embargo está abierta por dentro. La componen tres piezas giradas que se van abriendo hacia arriba, como olas cada vez más anchas, buscando la luz. Así se llama, Buscando la luz.
Babelia
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