"Firmaría ahora mismo mi pena de muerte"
Visto para sentencia el juicio contra José Parejo por abrasar a su ex esposa, Ana Orantes
"Firmaría ahora mismo mi pena de muerte". José Parejo Avivar, el hombre que quemó viva a Ana Orantes, la mujer con quien convivió durante 40 años en Granada, declaró ayer entre sollozos su deseo de morir. Lo hizo en la última sesión del juicio, en el que sus hijos, los testigos, los peritos y los abogados han examinado y discutido sobre su carácter y han reconstruido las circunstancias en que cometió el crimen. El fiscal, las dos acusaciones y la acción popular coincidieron en calificar el delito como un asesinato. La defensa pidió la absolución del acusado.
El ministerio público admitió la eximente de arrepentimiento y solicitó una condena de 17 años para José Parejo. Las acusaciones elevaron la pena a 22 años al añadir la agravante de ensañamiento. La defensa mantuvo la solicitud de absolución o, en el peor de los casos, una pena de tres años por un homicidio cometido bajo un trastorno mental incompleto. El jurado comenzará a deliberar el lunes.Parejo, que en la jornada del jueves escuchó cabizbajo, pero sereno, las acusaciones de sus hijos y el testimonio grabado de su ex mujer que emitió Canal Sur poco antes de morir abrasada, volvió a sollozar ayer cuando su abogado lo presentó como una víctima de Ana Orantes y de sus hijos, que lo acosaron con el propósito de que abandonara la casa que compartían. Antes de terminar el juicio, el presidente de la sala cedió la palabra al acusado que entre gimoteos declaró su deseo de morir.
El fiscal y los acusadores mantuvieron en sus alegatos que José Parejo planeó la muerte de Ana Orantes y la acometió de una forma alevosa, cuando la mujer procedía, de espaldas y completamente inadvertida, a cerrar la puerta de la cancela de la casa. Horas antes del crimen, Parejo había acudido al juzgado de Santa Fe, donde le habían informado de que debía comparecer en un nuevo juicio faltas por amenazas.
Regresó a su casa y esperó la llegada de Ana Orantes. Según el fiscal y las acusaciones no está probado que la mujer le insultara. "Quizá hubo algún detonante", dijo el fiscal, "quizá una mirada, el hecho de que un vecino le ayudara a subir las bolsas de la compra". Luego aprovechó que estaba de espalda para verter parte de un bidón de gasolina y le prendió fuego con su encendedor.
"Una vez que la ha matado y ha esperado gozoso delante de su mujer a que se extinga el fuego, cierra con llave la puerta de la cancela y se va", explicó el abogado que acusó en nombre de siete de sus ocho hijos.
El fiscal y los acusadores coincidieron en que Parejo no actuó impulsivamente, víctima de una crisis de locura momentánea, sino con frialdad. Tampoco, añadieron, hizo nada por sofocar las llamas que envolvían el cuerpo de la mujer. La quemadura leve que presentaba en dos dedos de la mano izquierda se la causó él mismo al prender el carburante, no al intentar apagar el fuego.
Tres armas
En cambio, fiscal y acusadores no coincidieron en si hubo ensañamiento y si Parejo se arrepintió tras cometer el crimen. Los acusadores arguyeron que el hombre, a pesar de disponer de un arma blanca y un palo, eligió la muerte por fuego "para aumentar el sufrimiento de la víctima". Asimismo sostuvieron que no hubo arrepentimiento. La muerte de Ana Orantes se produjo hacia las dos de la tarde del 17 de diciembre de 1997 y Parejo no se entregó a la Guardia Civil hasta pasadas las cuatro de la tarde, cuando el juez había incoado ya el procedimiento penal.El fiscal, por el contrario, recordó que el cuartel de la Guardia Civil de Las Gabias, a donde acudió el acusado, permaneció cerrado entre las dos y las cuatro de la tarde, aunque consideró "incomprensible" que no avisara por teléfono al número que había en la puerta para casos urgentes.
La defensa, por su lado, planteó un panorama completamente diferente y aseguró que Parejo, después de la separación en el verano de 1997, fue acosado por su ex mujer y sus hijos, que no dudaron en colocar junto a las ventanas de sus habitaciones jaulas con animales domésticos y en presentar denuncias por amenazas e insultos que paradójicamente casi siempre ganaron.
Según su abogado, el día de la muerte de Ana Orantes Parejo regresó del juzgado "entristecido porque no sabía por qué le hacían eso" y se puso a trabajar. Al poco llegó su mujer y lo ofendió. "El insulto, unido a la presión, provocó en él una reacción de tal intensidad que actuó sin saber lo que hacía", dijo el defensor.
El juicio, que arrancó el miércoles con una concentración de mujeres en la puerta de la Audiencia de Granada, donde ayer se volvieron a manifestar, ha quedado visto para veredicto, que comenzará a elaborar el próximo lunes el magistrado de la sección segunda de la Audiencia de Granada, Eduardo Rodríguez Cano.