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LA LIDIA - LEGANÉS

Vaya corridita

Toros que salían frenándose en el capote y buscando los tobillos del torero. Toros que hacían sonar los estribos de los caballos y reculaban ante el lanzazo de los piqueros. Toros que esperaban a los banderilleros y les cortaban el terreno. Toros con aspereza en la muleta que no pasaban y que se iban sin titubeos a atrapar las femorales de los diestros. ¡Vaya corridita!Con el infame encierro que el marqués de Jódar y el marqués de Ruchena han enviado a la cuarta corrida de esta feria invernal de Leganés era imposible el lucimiento. Y se ha quebrado la racha triunfalista que llevaba el serial. Pero que nadie piense que el espectáculo resultó aburrido. La corrida tuvo momentos de angustia y emoción, pues los tres matadores del cartel no volvieron la cara en ningún instante y se la jugaron de verdad.

Jódar / Campuzano, Padilla, Iniesta

Toros de Jódar y Ruchena, de presencia desigual, broncos y con peligro. José Antonio Campuzano: media tendida y tres descabellos (silencio); media desprendida y ocho descabellos (silencio). Juan José Padilla: estocada trasera desprendida y cuatro descabellos (aplausos y también pitos al saludar); dos pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio). José Antonio Iniesta: estocada corta caída (ovación y salida al tercio); media perdiendo la muleta (palmas). Plaza de Leganés, 8 de diciembre. Cuarta corrida de abono. Un cuarto de entrada.

Se salió José Antonio Campuzano con facilidad al centro del anillo, toreando con el capote al que abrió plaza, un animal que se iba de los lances en busca de lugares más tranquilos. Ya empezó a ofrecer peligro en el segundo tercio y a la muleta llegó venciéndose por ambos pitones. El veterano diestro se limitó a trastearlo con oficio y seguridad. Toreó muy bien con verónicas al cuarto y trató de hacerle pasar en la faena con el trapo escarlata, sin conseguirlo. Tras evitar hábilmente los hachazos del burel volvió a los pases de castigo de pitón a pitón. Supo resolver con soltura su papeleta.

Juan José Padilla dio muestras, desde la larga cambiada de rodillas con la que recibió a su primer antagonista, de que venía decidido a buscar el éxito. Le echó redaños al tercio de banderillas, sobre todo en un tercer par de dentro afuera en el que aguantó lo suyo. Se quedaba el bicho en la muleta y miraba más las piernas del matador que el engaño ofrecido. Cuando se decidía a tomarlo, sacaba peligro, sobre todo por el pitón izquierdo. Pero no tuvo Padilla recursos lidiadores para hacerse con él. Como tampoco los tuvo en el quinto, al que se empeñó en volver a banderillear, esta vez sin lucimiento. Y arriesgó mucho con él hasta sacarle pases de auténtico escalofrío. Llevaba el bicho los pitones a la altura de la cubierta de la plaza, pero esta circunstancia no pareció importar al torero, que estuvo valiente de verdad.

Es José Antonio Iniesta espada de maneras clásicas y ortodoxas. Así intentó torear al tercero de la tarde, otro toro peligroso que le miraba mucho. Como se desplazaba mejor por el pitón derecho, el de Albacete pudo hacerle pasar. Iba y venía el morlaco con sosería e Iniesta toreaba cargando la suerte. Al intentar embarcarlo por el pitón izquierdo sufrió una cogida sin consecuencias. Con el último del encierro, que salió berreando y con ímpetu, hasta el punto de astillar la madera de un burladero con sus topetazos, Iniesta estuvo, además de torero, con derroche de valor, sin arredrarse por los hachazos que atizaba la fiera.

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