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Reportaje:

Escollos para un museo subterráneo

Vestigios arqueológicos y obstáculos patrimoniales dificultan la viabilidad del Museo de las Colecciones Reales

El futuro Museo de las Colecciones Reales, ideado para ocupar el amplio espacio subterráneo existente bajo la explanada situada entre la plaza de la Armería, junto al Palacio Real, y la catedral de la Almudena, habrá de sortear obstáculos arqueológicos, legales y patrimoniales de envergadura para dejar de ser un propósito y convertirse en un verdadero proyecto. Ésta es la convicción compartida por los expertos, el cabildo de la catedral de Madrid y Patrimonio Nacional, entidad que promueve la instalación del museo en este espacio donde nació Madrid como ciudad.Patrimonio quiere sacar a la luz copiosos fondos de arte palatino depositados bajo el contiguo Palacio Real y otros aposentos, que hoy no pueden ser visitados. "Se trata de aplicar un criterio museístico nuevo vigente hoy en Europa, que ha hecho aflorar plenamente las colecciones reales en las monarquías europeas", dice una fuente próxima al director general. "Tratamos además de aliviar con el futuro museo la creciente afluencia de visitantes de palacio, unos 800.000 al año, interrumpida por numerosos actos oficiales", agrega.

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Un estudio del arquitecto Manuel del Río, realizado en el mes de julio, es la base sobre la que el proyecto se sustenta. Hasta el momento, sin embargo, no existen estudios geológicos ni arqueológicos que permitan al completo su viabilidad, según fuentes de Patrimonio. "Si se demuestra que no es viable, el proyecto no irá adelante, y si lo es, incorporará los restos arqueológicos de valor que se hallen durante las excavaciones", subrayan.

El proyecto es visto con cautela por arqueólogos e historiadores. La zona tratada puede albergar en su seno vestigios de interés, bien histórico, bien artístico o de ambas condiciones a la vez, habida cuenta del cardinal emplazamiento que el futuro museo ocuparía. Ya en el mapa levantado por Álvarez de Baena en 1786, uno de los más completos que se recuerdan, la almendra en la que se ubicaría el futuro museo, de cuatro hectáreas, denominada Cerca de Mantua, es, de forma incuestionable, el corazón histórico sobre el que Madrid fue fundado.

En octubre pasado fueron hallados en su perímetro (cuesta de la Vega-Mayor-Bailén-Palacio) los restos de la iglesia visigótica de Santa María, la más antigua de Madrid. Los arqueólogos convienen en que hasta 1734, en que ardió por sus cuatro flancos, se irguió en ese espacio contiguo el alcázar de los Austrias, sobre cuyos restos se edificó luego el palacio. También en ese ámbito se alzaron en el siglo IX la primera mezquita aljama y la primera ciudadela militar y política árabe, donde residía el emir, que ubicaba sus aposentos junto al templo musulmán. La cornisa erguida sobre el Campo del Moro incluye, con certeza, vestigios paleolíticos.

Para José Luis Martín Mompeán, vicepresidente de la Comisión de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados, "el vaciado de la superficie de la explanada y la contigua, de unos 40.000 metros cuadrados aproximadamente, hasta casi treinta metros de profundidad, para acoger el museo, implicará necesariamente que los primeros hallazgos arqueológicos, que suelen producirse a una profundidad de entre uno y tres metros, paralizarán la excavación hasta la determinación documentada de su cualidad". El arqueólogo agrega: "La comisión no se opone de entrada al futuro museo; admite como buenas las ideas de crear un Museo de Colecciones Reales, la de asignar fondos a esta iniciativa y la de incorporar al museo los restos arqueológicos valiosos que se encuentren. Pero", matiza, "en esa superficie tan exigua, poco se podrá hacer para conservarlos. Es de lamentar que no se hayan estudiado otras alternativas". Para Juan Zozaya, medievalista, presidente de la Asociación de Arqueólogos de Madrid y subdirector del Museo Arqueológico , "es preciso esperar al pliego de condiciones posterior". "La pregunta a despejar es qué podemos hallar ahí, en esa zona. Y para responderla no hay más remedio que excavar, hacer las catas correspondientes y ver con qué nos encontramos", dice. A su juicio, "habrá que conciliar luego no sólo los intereses arqueológicos, sino también los de los urbanistas".

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