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La niña de Benamaurel convence al juez para no volver con la mujer que la maltrató

Marí Ángeles ha vivido, desde que su madre la vendió a los seis meses, con tres familias

Mari Ángeles vuelve a Benamaurel con los únicos padres a los que quiere. A sus 12 años, ayer vio por primera vez la cara amable del Estado. Entró llorando a los juzgados de Sevilla, se sentó llorosa ante un juez de familia, una fiscal y dos abogadas, y, después de dos horas desgranando su imposible biografía de familia en familia, recibió la mejor noticia que podía esperar: el juez suspendió cautelarmente la sentencia que la obligaba a regresar al odiado hogar de sus primeros padres adoptivos. El juez oirá a todas las partes para ver si anula definitivamente la sentencia.

La chica alta y de pelo largo que ayer rompió a llorar en cuanto vio a los fotógrafos en las puertas del juzgado se llama Mari Ángeles, pero se ha llamado Ágata y también Rocío en etapas de su vida que no quiere recordar. Ayer le contó al juez de familia número 7 de Sevilla por qué no quiere volver a vivir con la pareja de Bormujos (Sevilla) que la adoptó con seis meses. En cambio, sí quiere crecer con quienes la acogen desde hace cerca de dos años en la pequeña localidad granadina de Benamaurel, cuyos habitantes han cerrado filas con la familia.Dos horas después de que empezara la declaración, el alcalde de Benamaurel, Antonio Arredondo, franqueó la puerta del juzgado con el pulgar en alto: fue la forma de decirle a todo el mundo que se había parado la sentencia, que Mari Ángeles se quedaría, al menos por el momento, con la pareja que la acoge. Hacía sólo cuatro días que la policía tenía la orden de llevarse a la niña a un centro de menores, camino de sus antigua casa de Bormujos (Sevilla).

Antes de enfangarse en los vericuetos de la justicia y de la Administración, la historia de Mari Ángeles había comenzado de la manera más brutal. Fue el fruto de un embarazo no deseado. Su madre biológica la vendió a la familia de Bormujos. "Yo escrituré a la niña en un millón de pesetas", ha llegado a afirmar la madre adoptiva. Entonces se llamaba Ágata. En 1986 aún se podían adoptar niños de forma directa, con el conocimiento de los padres biológicos y adoptivos, por lo que la situación se hizo legal.

En 1992, el padre adoptivo presentó varias denuncias ante la Policía Local del pueblo para que quitaran a la niña de las manos de su propia esposa porque presentaba trastornos psicológicos. El colegio al que acudía, ya con el nombre de Mari Ángeles, mandó informes sobre la situación de abandono de la menor. La Junta de Andalucía procedió entonces a llevarse a la niña un día que su madre estaba de compras en Sevilla.

Apresuradamente se le entregó a una pareja de Dos Hermanas, pero las prisas hicieron que no se cumplimentaran los trámites judiciales, por lo que un recurso de los padres adoptivos motivó que en 1996 una juez sevillana ordenara que les fuera devuelta. La Junta remendó como pudo el primer roto de su error y consiguió, según el consejero de Asuntos Sociales, Isaías Pérez Saldaña, convencer a la juez para que la sentencia no se ejecutara y, de paso, sacar a Rocío, que así se llamaba entonces, de un seno familiar, el de Dos Hermanas, que distaba de ser el idóneo.

La vida de la menor pasó por otro amargo trago en Dos Hermanas. Una situación peliaguda, de la que nadie quiere hablar para proteger a la niña, se solucionó con el ingreso en un centro de acogida, del que Mari Ángeles tampoco guarda buen recuerdo, y su posterior llegada, esta vez con todo en orden, hace año y medio al seno familiar en el que ahora vive. La semana pasada, la Audiencia de Sevilla resolvió el recurso de la primera familia adoptiva sobre el bloqueo judicial de 1996, y volvió a pedir que la niña, que de nuevo era Mari Ángeles, saliera con destino a un nuevo centro de acogida, esta vez como paso previo para volver al odiado hogar de Bormujos.

María Ángeles contó ayer que su madre le castigaba con duchas de agua fría y le obligaba a comer con los animales, un relato que ha convencido al juez para que paralice su adiós a Benamaurel y adivine así un resquicio de aire fresco en su futuro.

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