El euro y el giro

El 1 de mayo alumbró la moneda única. Con razón se dijo que el efecto del euro se anticipó al 1 de enero de 1999: evitó que Europa se sumiese en la crisis mundial. Ayer nació la política monetaria única. Hito decisivo, nada es una moneda sin ese sustrato. El descenso coordinado de los tipos de interés es la fe bautismal de la zona euro. Es otra anticipación a la fecha prevista, el 22 de diciembre. Doble: es ya el Banco Central Europeo (BCE) el que actúa, aunque firmen los gobernadores.El descenso es una señal y una llamada a la confianza. Los guardianes de la ortodoxia monetaria jamás lo habrían amparado si los datos económicos fundamentales (la inflación, sobre todo) no lo hubiesen permitido. E ilustra las virtudes de la nueva dinámica económica europea, enhebrada entre la independencia del BCE y la influencia de los dirigentes políticos y basada en el diálogo entre banqueros y gobernantes.
Quienes se reían de Lafontaine y de Strauss-Kahn cuando propugnaban un descenso de tipos, quienes miraban compasivos a los líderes suavemente rojos que en Pörtschach lo reclamaban como símbolo de un giro en la política económica para acelerar el crecimiento con vistas a fomentar el empleo, que reflexionen. Algo ha empezado a cambiar en Europa. El poder tecnocrático del BCE ya no es omnímodo, ni la política económica se reduce a lo monetario.
Cada cual moderó su voz. Desde aquella cumbre, ni el BCE niega el pan y la sal a los políticos, ni éstos -una vez lanzado su mensaje de rebajar tipos- han hecho nada contra su independencia. Más: han reiterado la virtud de la austeridad presupuestaria (la reducción de los déficit crea margen para reducir tipos) en señal de que el nuevo centro-izquierda no cabalgará a lomos de gastos excesivos. Pocas semanas después (plazo para que ningún banquero central se sienta humillado), se cumple el designio de la nueva mayoría ideológica en Europa. Ésa es la traducción en letras del 3%. El euro y el giro.
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