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Primakov acepta las condiciones del FMI

El primer ministro ruso mantiene la defensa de las "circunstancias específicas" del país

El primer ministro ruso, Yevgueni Primakov, mostró ayer una irritación rayana con el desprecio al referirse a los "jovencitos" del Fondo Monetario Internacional que quieren imponer sus recetas a un país que todavía aspira a que se le trate como a una superpotencia. Sin embargo, hizo su hasta ahora más franca exhibición de pragmatismo al reconocer que, pese a todo, su Gobierno tendrá que pasar por el aro porque necesita desesperadamente el dinero del hospital de países para empezar a superar la crisis. Eso sí, matizó, "no podemos seguir ciertas prescripciones sin pensar antes en nuestras circunstancias específicas"."Me irrita", afirmó Primakov desde la sureña ciudad de Belgorod, "que esos jovencitos vengan y comiencen a imponer sus condiciones. Han leído muchos libros, pero no conocen la realidad de la vida ni la actual situación de Rusia". Esta agria alusión a las frecuentes misiones del FMI que en los últimos meses han emitido informes al consejo de directores vitales para la congelación de los créditos, fue seguida, según la agencia Interfax, de una afirmación que, quizá, le costó sangre efectuar: "Debemos cumplir con sus condiciones , pero no porque seamos excesivamente obedientes". El motivo real es, añadió, que Rusia necesita el dinero del fondo para no verse obligada a "tomar medidas impopulares".

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Dos citas importantes

Las declaraciones de Primakov se producen en vísperas de dos importantes citas. La primera de ellas tendrá lugar mañana en Washington, cuando el FMI auspiciará una sesión especial de análisis de la situación en Rusia, con expertos occidentales y rusos, organizada por el vicedirector ejecutivo del fondo, Stanley Fischer. Por esas fechas, estará también en Estados Unidos, aunque no está claro que vaya a asistir a la reunión el ex primer ministro Serguéi Kiriyenko, destituido como consecuencia de la crisis que él mismo abrió el 17 de agosto al devaluar el rublo y establecer una moratoria de tres meses en el pago de la deuda.Las conclusiones de esa reunión supondrán un importante material de trabajo para el viaje que, al día siguiente, emprenderá a Moscú el director del FMI, Michel Camdessus, llamado por Primakov para intentar salir, al máximo nivel posible, del callejón sin salida al que han llegado.

El primer ministro ruso quiere que el fondo desbloquee la entrega de más de 600.000 millones de pesetas que forman parte de un supercrédito de más de tres billones, ya concedido, pero cuyo pago por tramos depende de los exámenes periódicos a la marcha de la economía del país más grande del planeta. Rusia lleva muchos meses suspendiendo esas pruebas. La última concluyó hace apenas una semana, cuando se fue como había venido la última misión del FMI.

Sin embargo, la suerte aún no está echada. En realidad, es difícil, por no decir imposible, que Primakov se avenga a cumplir sin rechistar las recomendaciones del fondo que, de aplicarse de forma estricta, supondrían en la práctica la vuelta a la política que entró precisamente en crisis el 17 de agosto. Ayer, el primer ministro aseguró que su tarea primordial es asegurar la transición "desde un Estado unitario a una economía de mercado multifacética", pero "tomando siempre en cuenta los intereses del pueblo".

La disciplina presupuestaria, el aumento de la eficacia en la recaudación de impuestos o el saneamiento del sistema bancario son ejemplos de coincidencia en los objetivos entre el FMI y el Gobierno ruso, pero las divergencias surgen a la hora de arbitrar mecanismos para hacerlos posibles. Primakov no parece dispuesto a caer en lo que él considera el mayor error de los equipos liberales que han gobernado Rusia desde 1991: ocuparse demasiado de las grandes cuentas, que mejoraron espectacularmente, y olvidarse de la economía real y de los problemas sociales (paro, destrucción del aparato productivo, atrasos salariales, etcétera) que provocó esa política.

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