Atutxa y el futuro
AL NUEVO presidente del Parlamento vasco, Juan María Atutxa, ETA intentó asesinarle en cinco ocasiones. Josu Urrutikoetxea, llamado Josu Ternera, dirigente de esa organización terrorista en los años en que su especialidad eran los coches bomba, pasó junto al hasta ahora consejero de Interior del Gobierno vasco cuando se dirigía a votar en la sesión de constitución de la Cámara autónoma. Hay un fuerte simbolismo en ese cruce de caminos entre Atutxa y Ternera. Ojalá sea un adelanto de una Euskadi en la que las ideas y proyectos políticos se defiendan en el Parlamento mediante argumentos, sin que nadie trate de imponerlos colocando bombas en supermercados.La elección de Atutxa tiene también un profundo sentido democrático. Con independencia de las conversaciones para la formación del Gobierno vasco, todas las fuerzas democráticas, con la excepción de Izquierda Unida, han votado al ex consejero de Interior. Los de Euskal Herritarrok (EH) han votado a su propio candidato, el citado Josu Ternera. El portavoz de esa formación, Arnaldo Otegi, había mostrado públicamente su oposición a que Atutxa presidiera el Parlamento vasco.
Si las formaciones democráticas, y en primer lugar el PNV, hubieran cedido al chantaje, aceptando ese veto, habrían quedado prisioneras del partido que hasta hace dos meses oficiaba de brazo político de ETA. Algo especialmente comprometido en estos momentos marcados por los sobrentendidos: ETA no impone condiciones específicas para mantener el alto el fuego, pero sus intérpretes advierten que no es definitivo y van señalando qué actitudes favorecen la continuidad de la tregua y cuáles no. Esos intérpretes -y la propia ETA en su último comunicado- han vetado así la presencia de fuerzas no nacionalistas en el Gobierno vasco. Que el veto provenga de una formación que se niega a formar parte de ese Gobierno es una paradoja considerable; acatar la orden por venir de donde viene sería seguramente interpretado como una incitación a subir el nivel de exigencia.
Se asumiría, por tanto, un riesgo indudable al optar por una fórmula de gobierno nacionalista en minoría con apoyo exterior de EH. El candidato del PNV, Ibarretxe, parece ser consciente de ese riesgo, pero no otros dirigentes de su partido, que dan la sensación de estar buscando un pretexto para romper con los socialistas antes que vías para un acuerdo con ellos.
Eso no significa que no haya motivos para optar por una fórmula de gobierno nacionalista; incluso puede que sea la más conveniente para favorecer la familiarización del sector antisistema ahora agrupado en Euskal Herritarrok con la democracia parlamentaria. No sabemos cuándo, pero seguramente habrá un momento en que la vieja HB evolucione como en su día lo hizo la antigua Euskadiko Ezkerra (EE). En la sesión constitutiva del nuevo Parlamento, Otegi ha reiterado su disposición a secundar las tareas institucionales -a no dejar caer a un Gobierno PNV-EA-, pero sólo en la medida en que ese Gobierno contribuya a superar el actual marco político. Más o menos, lo que pensaban los de EE hacia 1977 y lo que decían los partidos comunistas cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, se integraron en los Parlamentos democráticos.
De momento, sin embargo, no está claro que EH acepte las reglas de juego democráticas. No sólo porque considera legítima la violencia practicada por ETA hasta la tregua, sino porque sigue negándose a sacar las conclusiones del pluralismo vasco: que su proyecto político es uno entre varios, y no aquél sin cuya aceptación el sistema no sería plenamente democrático; y que puesto que ellos no participaron en el consenso estatutario, la actual autonomía no satisface las aspiraciones vascas.
Habría que estimular políticas que favorezcan la aceptación por ese mundo de las reglas democráticas.Pero poco ayudan a ese objetivo mensajes como los lanzados estos días por el dicharachero ex presidente italiano Francesco Cossiga, de visita en Euskadi. Alguien debería advertirle de que esa imagen según la cual el terrorismo "es sólo la fiebre, el síntoma, de un problema político" es un tópico sin gran significado práctico: pues la cuestión es si existe o no en la Euskadi actual una causa capaz de justificar prácticas como la colocación de coches bomba en supermercados o el asesinato de concejales. Una cosa es mirar más al futuro que al pasado, como pidió ayer el obispo Setién, y otra justificar ese pasado siniestro mediante el expediente de atribuir intencionalidad política al crimen o repartir la responsabilidad del mismo entre quienes matan y quienes se niegan a ceder a sus exigencias.
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