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Tribuna
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Mujeres

"Rebelarse es muy antiguo; lo moderno es saber por qué nos hemos rebelado". Es una cita de maría Teresa León que oí en el seminario organizado por la UIMP en Sevilla sobre Los desafíos del feminismo ante el siglo XXI. La verdad es que la rebelión femenina ha sido y sigue siendo, quizá debido a la condición de su propio género, tan paciente y pacífica como eficaz, tan resolutiva como afectiva y sentimentalmente solidaria. Tras otros muchos logros, como haber conseguido la igualdad formal con los hombres en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la mujer, en Pekín, se llegó a un acuerdo para que los gobiernos modificasen la interpretación de su propia estructura económica a través de la cuantificación y valoración del trabajo no remunerado. Tiene su razón de ser: según los datos estadísticos que se manejaron en el seminario, en España la jornada de trabajo (remunerado y no remunerado), a lo largo del año y como promedio, es doble para las mujeres (64,31 horas a la semana) que para los hombres (31,85 h/s). La oposición entre lo público y lo privado no es nada nuevo; a la hora de cualquier proyecto social colectivo ¿quién se acuerda de que las actividades públicas no hubieran podido subsistir sin ese taller de servicios domésticos -con cafetería, lavandería y cuidados personales incluido- que aguardaba en casa? Parece lógico que la sociedad democrática satisfaga las necesidades de todos los ciudadanos, los que se denominan trabajadores en activo y los mal llamados dependientes pasivos. A estas alturas no nos vamos a engañar: la cultura femenina está subordinada a la masculina, por lo que pasar de la primera a la segunda se considera un progreso, mientras que a la inversa aún se hace cuesta arriba, por no hablar de regreso. En lo que creo que casi todos estamos de acuerdo es en encontrar una solución integradora. Integración significa compartir, compartir angustias y satisfacciones, trabajos y objetivos. Se trata de sumar para que todos salgamos ganando. Ya no es posible desandar lo andado. El progreso individual y cotidiano no tiene vuelta atrás, las jóvenes de ahora saben que son y participarán en las decisiones del futuro.

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