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Nieva sobre Madrid

Con carne de murciélago preparan los indigentes que habitan los panteones abandonados del cementerio de San Isidro, unos excelentes "pinchos morunos". Para regarlos convenientemente, hay que acercarse al panteón de los Suárez Montañola, ocupado por un manchego gordo que expende vino de Valdepeñas, localidad natal del autor de esta fantástica incursión en la gastronomía imaginaria de la villa.Nieva sobre Madrid, los copos erráticos de la prosa de Francisco Nieva cubren la ciudad con una capa fantasmagórica. Dice el autor de Carne de murciélago que Madrid se distingue por su falta de distinción y que su monumentalidad es una cualidad subterránea y secreta, a la que se accede por arte de magia.

La prosa de Nieva atrapa la ciudad en el tiempo de los sueños, que es el único tiempo verdadero. A causa de un bebedizo que le receta una nigromante de Tetuán de las Victorias, el narrador de esta fantasmagoría autobiográfica vive un presente colonizado por el pasado y el futuro. Inmerso en una juventud sin fronteras, el autor visita caserones que fueron derruidos hace décadas y mantiene excéntricas conversaciones con sus no menos extravagantes inquilinos, siempre acompañado por su hermano Ignacio, niño eterno, músico y místico, dotado de poderes taumatúrgicos.

"Después de haber corrido tanto mundo", explica Nieva en la introducción de su novela, "yo declaro a Madrid la reina de las ciudades, la más extraña y novelesca, la más glosada por escritores de talla colosal, a los que nunca ya podremos emular".

En este punto se equivoca el escritor. Carne de murciélago, subtitulada Cuento de Madrid, es dignísima émula, glosa colosal de esa ciudad "secreta y eminentemente literaria" desvelada por un escritor de talla y de genio, una novela arrebatadora, innovadora, eminentemente personal y, sin embargo, firmemente entroncada con la tradición novelesca madrileña, que se hace presente en múltiples referencias explícitas o implícitas.

Un milagro más de los que abundan en esta crónica fantástica que tiene un asumido parentesco "moral y estilístico" con Los sueños de Quevedo, al que el autor se refiere en un prólogo que reseña los avisos del cronista Barrionuevo, las novelas de Galdós y Baroja, los artículos de Larra y los escritos de Ramón Gómez de la Serna.

Nieva también se expresa con rutilantes greguerías engarzadas en su crónica ("Dios es tan mirado, que no perdona a Satanás por no infligirle una humillación") o salidas de las fauces de don Viriato Murúa, más conocido por "don Veneno" o "don Leches", un ex marino vasco y antropófago cuya desquiciada y paradójica catadura de energúmeno se adueña de las páginas de este libro único y mistérico.

He aquí resumidos unos cuantos aforismos extraídos del florilegio de la página 187: "Para cantar bien, hay que pasar tres años sin decir no. Para soñar con el mar, hay que orinar en un zapato. Comer mucho antes de morirse es signo de mala salud. Los cómicos deberían ser enterrados en las esquinas para alegrar las ciudades. Los españoles, para no quedar atrasados, tenemos que escapar de la velocidad". Libro sabio y oracular, este cuento madrileño incorpora reflejos cóncavos y esperpénticos de Valle-Inclán, paisajes sólo contemplados por el "diablo cojuelo", calles por las que nadie pasa porque nacieron como simples pretextos para otras tantas letrillas de Lope de Vega, parodias de Répide, ecos del Cela tremebundo y pinceladas truculentas con la impronta de otro cantor terrenal de los misterios de Tetuán de las Victorias, el pintor Gutiérrez Solana, que hubiera gozado retratando las carnavalescas y grotescas máscaras animadas que pueblan el interior de "La Casa de los Patos".

En su modestia, quiere el autor que pase por folletín mostrenco (sin dueño conocido) lo que sin duda es la fabulosa y fantástica novela de un alquimista, esotérica y exotérica creación de un verdadero vago, porque "sólo los vagos ven bien Madrid", y ésta es una obra clarividente.

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