La frase
Los criterios culturales de nuestros políticos pretenden imponer en la enseñanza, y a la brava, una vieja aspiración de nuestra derecha. Se insiste en cuestionar la utilización de "País Valenciano" para designar nuestra comunidad, reino, región, territorio, pueblo o demás nombres permitidos. No sólo se trata de evitar, como hasta ahora, su uso institucional. Parece que incluso las Cortes valencianas intentan ilegalizar, prohibir o restringir, oficialmente, la denominación "País Valenciano". Semejante despropósito conseguirá hacer realidad la controvertida y siempre actual frase fusteriana, objeto de las más diversas iras: "El País Valencià serà d"esquerres o no serà". Quiero decir que la idea se hará realidad literal, puesto que tomada en su intención crítica sobrentendida, no podía ser más acertada. A pesar de su rotundidad, se trata, según creo, de una afirmación que no esconde ni la ironía, ni el escepticismo del autor. Está bastante claro que no es un vaticinio sobre una improbable izquierda, sino una observación de la realidad que tenemos. Del desinterés, la oposición, la incapacidad y, en definitiva, la imposibilidad de la derecha para hacer que la colectividad valenciana llegue a ser un país. Pese a las indignaciones que suscita, hoy por hoy no es fácil desmentir la sentencia, generalmente tomada por la tremenda. Al menos, respecto a la actuación de la derecha que manda, resulta más bien profética: todo hace augurar que el País Valenciano no será. Ni una colectividad integrada, ni una cultura normalizada, ni una identidad recuperada, es decir, no será un país en el sentido que sugiere la frase. Ratificando su vigencia y su significado, la derecha prefiere que no llegue a serlo nunca, y la izquierda conocida no da la impresión de ser la aludida para constituirse en la única posibilidad de fer país. La izquierda desconocida, la improbable izquierda, sigue sin asomar, y el país sin hacer. La derecha. Foránea o doméstica, da lo mismo. Un señor Zaplana de Cartagena y un señor Villalba de Valencia, configuran la combinación adecuada para presidir la liquidación del asunto definitivamente (tal cual puede ser liquidada la lengua mediante el truco de la Academia). La Generalidad y las Cortes, con los apoyos pertinentes del Ayuntamiento del cap i casal, las demás corporaciones del PP, algún intelectual orgánico algo momificado y las fuerzas vivas, o no tan vivas, de la derecha valenciana, seguirán borrando los rastros y los rostros (ahora le toca al nombre) de un País Valenciano normal y moderno que esa derecha no puede tolerar. Que, no obstante, estaba llamado a ser su país. Con muchas más ventajas que su reino, mantenido a base de conservantes mediáticos y edulcorantes festivos y turísticos. Los vecinos más próximos, los del norte, sin duda han demostrado las ventajas de valorar, sin adulteraciones, su lengua propia, su historia y su cultura, con el rigor mínimo necesario. Por eso resultan tan molestos. Han logrado más prestigio, influencia y poder político. Incluso, significativamente, sus fuerzas equivalentes, algo más vivas, obtienen mayor reconocimiento y más dinero, que es lo suyo. Visto así, la frase fusteriana tiene su intríngulis. Su sagacidad debería ser objeto de reflexiones más cautas.
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