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¿Quién es Josué? XAVIER BRU DE SALA

Después de haber castigado la poca fe de sus gentes con la pena de vagar por el desierto del provincianismo durante decenios, Moisés, el servidor de su pueblo que ofrece más y da menos, señaló al fin la puerta de la etapa prometida, llamada país de la equidad fiscal. Para dar al momento el énfasis requerido, convocó a los principales de la tribu en el Círculo de Economía y les anunció la buena nueva: "El becerro de oro que la península entera adora contiene una proporción desmesurada de vuestras propias joyas. Yo os digo que llegó la hora de poner fin a la injusticia. Egipto debe admitir que su fiel súbdito israelita aporte medio billón menos a las arcas del faraón y se acabe así con la solidaridad abusiva que amenaza la competitividad de nuestras cosechas. Pronto ingresaremos en el reino de la equidad fiscal". Los guardianes del Círculo de Economía y sus amigos de la corte del PP quedaron desbordados. Ante ellos, que después de haber señalado el fin del proteccionismo, el camino de Europa y marcado el rumbo de otras prioridades, sólo habían acertado a protestar ante el retraso de las infraestructuras del transporte. Ante ellos, tan acostumbrados a sobrevivir acomodándose a las circunstancias, tan felices por haber situado a su ex presidente Piqué como número dos del Faraón que no habían caído en la cuenta del excesivo déficit fiscal, primer problema económico del país. Ante ellos, élite de la sociedad civil entreguista pero menos, habló Pujol. Como les pilló a todos en falso, nadie pudo preguntar: "¿No podíamos haber llegado antes?" "¿Quién ha regido nuestros destinos mientras se iba agravando el problema?" "¿Por qué ha tardado Moisés 30 años más que su hermano Trias Fargas, el desahuciado Aarón de nuestro pueblo, en darse cuenta?" "¿Por qué bendice unos presupuestos que siguen discriminando a Cataluña mientras profetiza la equidad fiscal?" Las cifras han empezado a cantar con demasiada contundencia. No hay duda de que, en el inmediato futuro, el nacionalismo fiscal eclipsará totalmente al identitario, al lingüístico, al cultural (fíjense como el promotor del libro base del nacionalismo fiscal se llama Òmnium Cultural). Las posibilidades de consenso interior son las más altas de la historia. Dicho al revés, no ha aparecido hasta hoy un sólo dato o argumento que avale la continuidad de la situación actual. Esperemos -ahí puede estar un eje del debate interior- que no todas las fórmulas para resolver la cuestión conlleven un empeoramiento en España de la imagen de los catalanes, que con Pujol ya está para el arrastre. Pudiera ser que, mejorando la Biblia, nuestro Moisés no acabara sus días a las puertas de la tierra prometida y usurpara el papel de Josué, el conquistador de Jericó. No va a ser fácil que uno de los responsables de haber dejado pudrir el primer problema de Cataluña consiga resolverlo. Pero, de momento, ha tenido la habilidad de pasar con un solo gesto del furgón de cola a la pole position. ¿Dónde está Josué?

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