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Seis años soltando lastre

De la antigua barriada de Mil Viviendas de Alicante no queda ni el nombre. Los vecinos, en movimiento asambleario, plantearon un día a las autoridades locales la conveniencia de dar otra denominación a sus dominios en un desesperado intento de despojarse de la mala fama y el rechazo generalizado que en el resto de la ciudad provocaba escuchar su nombre. Como quien tira a la basura una camisa vieja y se calza otra prenda recién adquirida en unos grandes almacenes, por votación unánime se decidió el año pasado el nacimiento del barrio Virgen del Carmen. No hay hombres de mar entre sus gentes que justifiquen la elección de la patrona de los marineros, pero sin la menor duda todos sus habitantes son expertos en el difícil arte de navegar con viento en contra, sin patrón ni timón y con unas bodegas cargadas de miseria y marginalidad. La barriada, una de las más degradadas del País Valenciano desde la década de los sesenta, víctima de mil circunstancias adversas, presenta hoy un aspecto arquitectónico muy diferente al que ofreció hasta agosto de 1992. En ese mes, casi en plan cabalgata, por sus calles accedieron las primeras excavadoras y grupos de obreros para iniciar los trabajos de un ambicioso Plan especial que afectaba a este barrio de acción preferente (BAP), que incluía nada menos que la demolición y reconstrucción integral de sus edificios, que ocupaban 44.000 metros cuadrados. La ambiciosa obra, presupuestada en 5.000 millones de pesetas y en la que colaboran todas las administraciones, finalizará el próximo verano, cuando se entreguen las llaves de las últimas viviendas en fase de construcción. La conflictividad social ha disminuido después de seis años, pero queda lo más difícil: diseñar y aplicar políticas efectivas de reinserción social de las más de 800 familias que integran el censo oficial. Expulsados los principales traficantes de drogas, uno de los problemas que más azotaban a la barriada, en el barrio Virgen del Carmen perduran hoy unas estadísticas preocupantes, con más del 60% de sus vecinos en paro y un índice de analfabetos muy por encima de los niveles aceptables en un país desarrollado: el 30% de los mayores de seis años no sabe leer ni escribir. La venta de droga al menudeo ha descendido, pero no se ha erradicado del todo. Los dos edificios del antiguo barrio que todavía se mantienen en pie a la espera de la acción de la piqueta sirven de refugio a los vendedores, que encuentran en la infravivienda el espacio idóneo para sus operaciones. La restauración arquitectónica no ha ido pareja a la acción social, más ralentizada y con menos medios humanos y económicos. En el barrio del Carmen no existe un ente que coordine los trabajos de orden social, que han quedado como labor exclusiva del Ayuntamiento y la comisión general de los BAP, que se reúne periódicamente en Valencia. La operación entraña sus dificultades, y resulta difícil dar un vuelco a la situación cuando la efectividad de los planes de choque en marcha depende de la voluntariedad de los afectados. El departamento municipal de Acción Social, en colaboración con la Asociación Nazaret, Cáritas y el sindicato CCOO, ha puesto en marcha programas de alfabetización, cursos de graduado y pregraduado, animación a la lectura, psicomotricidad, talleres de manualidades, de actividades lúdicas como el baile, cursos de desarrollo y organización familiar y talleres de inserción socio-laboral en trabajos como jardinería, albañilería, fontanería y carpintería. Cada año se destinan más de 20 millones de pesetas a estos cometidos, pero los resultados se anuncian a largo plazo. "Pasará mucho tiempo hasta que Virgen del Carmen pueda dejar de ser considerado Barrio de Acción Preferente", sentencia el concejal del ramo, José María Rodríguez Galant. Las autoridades locales requieren permanentemente la colaboración vecinal para superar la situación. La asociación de vecinos Barrios Unidos hace lo que puede, pero el principal problema es la escasa formación profesional de los vecinos, por lo que pide un mayor esfuerzo en ese sentido a las adminsitraciones públicas. La opinión es unánime: superada la carencia de una vivienda digna, sólo a través del trabajo el barrio podrá salir de su marginalidad socio-económica. Vivir con dignidad exige hoy disponer de un empleo, y los vecinos del barrio no lo tienen. Mientras se estudia cómo conseguir ese objetivo en el mínimo plazo posible, que será largo, la labor de reconstrucción del barrio se mantiene. Desde 1982 ya se han construido y entregado 706 nuevas viviendas, el Centro Social y la Comisaría, imprescindible para que la rehabilitación sea duradera. Con 4.000 millones de pesetas, aportadas por el Gobierno central, la Generalitat y el Ayuntamiento, se ha reurbanizado toda la barriada, construido accesos y jardines y recuperado espacios públicos. La semana pasada se concedió licencia para construir un instituto, obra en la que se invertirán 660 millones de pesetas.

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