Salmos, misa y "fideuà"
Dicen que lo que ayer sucedió en el estadio Rico Pérez era una vieja reivindicación de los católicos alicantinos. La coronación de la patrona de la ciudad, la Virgen del Remedio, se llevó a cabo merced a una licencia papal solicitada hace décadas, en un acto sufragado con dinero público -23 millones procedentes de las arcas municipales- que congregó a unos 25.000 devotos. Las gradas del campo donde habitualmente se vocifera un "macho Hércules" fueron tomadas por fieles que entonaron salmos y cánticos religiosos, pidieron misericordia y lanzaron vivas a la imagen, custodiada en el escenario central por seis boinas verdes con la bayoneta calada. La primera en recibir los vítores fue la Santa Faz, el supuesto trozo del paño con el que María Magdalena limpió la cara de Cristo que se guarda en un santuario de la pedanía del mismo nombre. Al acabar el himno a la reliquia, el público aplaudió y en ese momento salió por la puerta de vestuarios el presidente de las Cortes, Federico Trillo, y pareció que la ovación le rindiera pleitesía. A quien sí aplaudió aposta el graderío fue al presidente del Consell, Eduardo Zaplana, que recorrió la banda devolviendo el saludo. Entró la imagen por una puerta lateral y, mientras sonaba el himno de España, el animador del acto se desgañitó para enfervorizar a las masas, que en realidad no necesitaban ayuda puesto que rompieron en vítores en cuanto vieron el manto por el rabillo del ojo. La imagen, costeada por los cofrades, era escoltada por decenas de sacerdotes. La misa estuvo oficiada por el obispo de la diócesis Orihuela-Alicante, Victorio Oliver, y amenizada por temas sacros e himnos varios de la Orquesta Sinfónica de Alicante, la Coral Tabaquera y la Asociación Orfeón Cantábile. El momento culminante fue la imposición de la corona de oro elaborada con joyas donadas por los feligreses como ofrenda a la imagen, a la que los creyentes atribuyen el fin de la epidemia de cólera que diezmó la población en 1548. Un helicóptero lanzó confeti y estampitas conmemorativas, mientras Zaplana y Trillo seguían los fastos con atención. La fiesta continuó con conciertos, fuegos artificiales y la inevitable fideuà gigante, cuyo aroma a sofrito había llegado al estadio con el viento justo en el momento de la eucaristía.
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