Una amnistía limitada
"Nos hemos convertido en la Meca de la Unión Europea" para los inmigrantes. Son palabras del fiscal de Sanremo Mariano Gagliano, familiarizado con las imágenes de inmigrantes invadiendo el puesto fronterizo de Ventimiglia, en la Costa Azul, o intentando llegar a Milán en el tren directo de París sin documentación alguna. Familias enteras de todas las nacionalidades imaginables, procedentes de Francia, de Suiza, de Eslovenia, de Austria, se han presentado en la frontera italiana atraídos por un poderoso imán: la amnistía (sanatoria) ofrecida por las autoridades italianas. El destino de más de siete mil inmigrantes llegados a las fronteras italianas en las últimas dos semanas ha sido la expulsión inmediata, porque la amnistía sólo se aplica a los inmigrantes que puedan demostrar que llegaron a Italia antes del 27 de marzo de 1997, fecha de la entrada en vigor de la nueva ley de inmigración. Del 5 de noviembre al 15 de diciembre, todo el que haya guardado una humilde factura que demuestra que se encontraba en Italia antes de esa fecha, tendrá la oportunidad de obtener un permiso de trabajo, de emerger de las tinieblas de la clandestinidad social, y de la económica en la que viven cinco millones de trabajadores italianos, muchos de ellos no comunitarios.No todos los más de 230.000 inmigrantes irregulares que viven en Italia podrán acogerse a esta medida, ni siquiera los 160.000 que han solicitado ya, en los 10 primeros días de plazo, su regularización. Por una razón bien sencilla, el Gobierno ha solapado la amnistía con una norma Pasa a la Página siguiente Viene de la página anterior de la ley que fija el cupo anual de aceptación de inmigrantes, cupo que asciende a 38.000 personas en el presente año. "Es un verdadero pasticcio (chapuza)", comentaba indignado el asesor en temas de inmigración de la ministra de Asuntos Sociales, Claudio Martelli. "No se pueden mezclar las cuotas de los nuevos ingresos,con una amnistía para la cual es evidente que no se puede establecer un número, porque dependerá de los irregulares que emerjan". No es probable que el Gobierno italiano aplique el cupo con rigidez tampoco. La nueva ministra del Interior, Rosa Russo Jervolino, ha declarado ya que probablemente se ampliará la cuota de admisiones o, al menos, se procurará regularizar el año próximo a los que se han quedado este año a las puertas del paraíso.
La línea del Gobierno de centro-izquierda es errática, pero claramente blanda en el tema de la inmigración, y no sólo por razones humanitarias. La mano de obra extranjera en Italia, que cuenta poco más de un millón de no comunitarios legalmente establecidos, se ha convertido en una parte sustancial de la población laboral.
Para Maurizio Gasparri, diputado de Alianza Nacional, el principal partido de derecha italiano, el tiempo ha dado ya su veredicto, "la amnistía sólo estimula a los extracomunitarios a venir ilegalmente a Italia, porque, después de todo, saben que la situación se arreglará".
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