"La autodeterminación no es la varita mágica para conseguir la paz"
Vera Grave (Bogotá, 1947) fue una de las fundadoras del grupo armado colombiano M-19, donde militó durante 16 años de su vida. Licenciada en Antropología y actual directora del Observatorio para la Paz de Bogotá, Grave pronunció ayer una conferencia en Bilbao dentro del programa Experiencias de la paz en el mundo, organizado por Unesco Etxea. La ex-guerrillera aseguró que aunque dejar las armas fue un planteamiento impensable durante mucho tiempo en el M-19, la disolución de la organización para convertirse en un partido político supuso una liberación personal. Grave defendió ayer la declaración de una tregua es condición indispensable para iniciar un diálogo. Tras 50 años de guerra, el nuevo Gobierno colombiano ha abierto procesos de negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia (FARC), las dos guerrillas que continúan la lucha armada. Pregunta. Es de suponer que después de dedicar tantos años a la guerrilla, no es fácil reintegrarse en la sociedad. Respuesta. Yo creo que no es difícil, si la lucha armada no se ve como un modo de vida. Yo estuve en el M-19 desde 1974 hasta 1990, dieciséis años de mi vida, pero si es una forma de lucha, de hacer que las cosas cambien, que aumente la democracia, que es por lo que yo empuñé las armas, no sólo no es fácil dejarlo, sino que es muy liberador. Incluso a nivel personal, vivir en la clandestinidad, en el monte, es muy duro. Cuando empiezas a vivir el proceso hacia la paz, quitarte las botas y volver a dialogar con la gente es enormemente liberador. P. ¿Cree que es necesaria la declaración de una tregua para comenzar un proceso negociador? R. Por supuesto. En medio de la guerra nadie se escucha. La tregua puede abrir un proceso de negociación, aunque no hay que olvidar que la paz es un proceso y la negociación, sólo es una parte de ella. P. La tregua declarada por ETA el pasado 17 de septiembre ha abierto muchas expectativas aquí. ¿Qué pasos dieron ustedes para iniciar el camino de la paz? R. Nosotros comenzamos a plantearnos la paz en 1980, pero no nos disolvimos hasta 1990. Hicimos durante años la guerra para conseguir la paz. Se decretó incluso la amnistía en 1984, salieron los compañeros de la cárcel, pero volvieron a la guerrilla. Cualquier propuesta no lleva a la paz. Salir de la cárcel no es una garantía para la paz. P. Si su principal reivindicación era la amnistía, aquí la principal demanda de ETA es el derecho de autodeterminación. R. El conflicto vasco es diferente. No pretendo discutir que las amnistías no resuelvan parte fundamental del conflicto, o el derecho de autodeterminación, pero no son varitas mágicas para conseguir la paz. Lo que hemos aprendido en Colombia es que esos pasos son medidas de paz pero tienen que estar enmarcadas en un proceso de voluntad real; si no, no sirven. P. ¿Qué les llevó a dejar las armas después de 16 años de lucha? R. En los años 80, dejar la lucha armada era un tema intocable, un tabú en el M-19. Pero cuando empezamos a entender que el pueblo colombiano no quería las armas, cuando el pueblo empezó a cerrarnos las puertas ... Comenzó además el Movimiento por la Vida, que nos pedía que dejáramos la guerra, los paramilitares, la guerra sucia y el narcotráfico. Si uno empuña las armas en nombre del pueblo, y el pueblo le dice que ya está cansado de la guerra, hay que dejarlo. Cuando entendimos eso, empezamos la reflexión para desmontar esa guerra. P. ¿Pidieron algo a cambio de la tregua? R. No, fue una decisión libre y soberana. No fue un canje. Cuando se plantea dejar las armas a cambio del indulto, la amnistía o el diálogo, no es bueno. Hay que pensar que un proceso de paz puede llevar a recrudecer un conflicto o a iniciar la paz, y en el camino hay que tener mucha paciencia. P. ¿Cómo puede contribuir la sociedad en un proceso de paz? R. El papel de la sociedad es fundamental, porque es la principal afectada del conflicto armado. Frente a una violencia organizada, la actitud civilista de la sociedad es el único límite, la única contención posible a las armas. P. ¿Qué condiciones cree que debe cumplir un proceso de diálogo en el País Vasco? R. Yo no quiero entrometerme en el problema vasco, sólo ayudar desde mi experiencia. Vi las manifestaciones del pueblo cuando secuestraron a [Miguel Ángel] Blanco y me impresionó el deseo de paz de la gente. Los procesos de negociación requieren de dos partes y del reconocimiento de lo que cada parte es. Se trata de desencadenar cosas que ayudan a resolver conflictos y desmontar deudas históricas.
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