"Nunca he creído en eso de sacar el arte a la calle"
Pregunta. ¿Por qué otros miembros de Dau al Set están enfadados con usted? Respuesta. Mire, prefiero no hablar de estas cosas. Sólo en dos ocasiones he discutido en público con otros artistas, y se me echó todo el mundo encima. Recuerdo cuando escribí aquella crítica a Dalí... No, no insista.
P. Entonces hablemos de las tres exposiciones que se inauguraron ayer en Barcelona. ¿Había muchas cruces, muchas T, muchos pies, esos signos característicos de su lenguaje abstracto?
R. Es mi lenguaje de metáforas, de signos, de imágenes, y no me ha preocupado nunca explicarlo.
P. ¿Cree que se debería o se podría descodificar?
R. ¿Si se puede explicar? Sí, alguna vez me han dicho: 'Da al menos alguna pista'. Para mí, explicar un cuadro es hacer todo un ensayo. Ya lo hice con uno que llevaba paja pegada. Se llamaba Nada es mezquino. El título lo saqué de Salvat-Papasseit y significaba que cualquier material puede tener posibilidades de llegar al receptor y es digno de respeto.
P. En las tres galerías de la calle del Consell de Cent se expondrán 30 cuadros hechos este verano. Usted quisiera que se vieran todos juntos.
R. Todos los años me quedo insatisfecho. Es como si hiciera sonar fragmentos de una sinfonía, no la composición completa. Lo ideal sería que se pusieran todos en el mismo lugar, que se pudieran mostrar juntos. Porque cuando trabajo en Campins, y aquí en Barcelona también, en lugar de pensar cuadro por cuadro, por separado, voy de uno a otro, en función del conjunto. Si veo que ahí me he inclinado demasiado hacia el negro, pongo un poco de blanco, buscando una atmósfera expresiva, que refleje un tanto el estado de ánimo del momento. Y siempre va ligado a influencias que recibo: si pasa algo sanguinario en Ruanda o Yugoslavia, o cosas que leo.
P. ¿Son cuadros veraniegos, vacacionales?
R. Son suficientemente densos... Aunque están hechos en verano, no son nada vacacionales; de hecho, no he tomado nunca vacaciones excepto los dos años en que sufrí aquella lesión pulmonar; entonces no había antibióticos y te prescribían una cura de reposo. Pero no fue ninguna desgracia. Leí mucho.
P. Bien, aparte de esos achaques, se ve que tiene mucha energía. Aunque sólo sea por el aspecto numérico de la obra del verano: 30 cuadros tan grandes...
R. Es mi ritmo de vida. Unos sesenta cuadros al año. En verano hago más. En invierno, en cambio, hay que viajar... Aquí no se sabe, pero ¿cuántas exposiciones diría que inauguré el año pasado? ¡Un total de 16 contando sólo las que me constan! Después te enteras de que en Japón han hecho una exposición de obra gráfica, por ejemplo. Y otras de las que no tenemos noticia.
P. Si no le gusta dividir la producción del verano, ¿por qué no la muestra entera en su fundación?
R. A veces me quejo, ¡pero es que no me dejan exponer así como así! Muestran con mucha regularidad exposición permanente. Y en verano ocupo todo el espacio.
P. ¿Sigue usted la política de exposiciones de los grandes centros españoles de arte contemporáneo?
R. De vez en cuando me llega un catálogo y veo lo que hacen.
P. Con el reina Sofia de Guirao sin norte, el Guggenheim haciendo teatro y hasta que el Macba arranque con el nuevo director, todo parece un poco sin pulso. ¿No cree? R. Hombre, pienso que el Reina Sofia mantiene un criterio de modernidad. Una cosa que hacen muy bien es dar a cada artista un espacio amplio, en lugar de eso de un cuadro por artista y todos en orden alfabético. Es de los pocos museos que hacen bien eso.
P. Por cierto, usted nunca ha expuesto en el Reina Sofía.
R. Sí que lo hice, pero fue una cosa un poco particular, collages, objetos, obras un tanto atípicas. Pero quedé contento, ¡eh! Sé que hubo gente que quedó insatisfecha: "A ver cuándo una verdadera exposición de Tápies aquí". Me parece que se arreglará pronto; preparan una retrospectiva para dentro de dos años, cosa que nunca han hecho en Barcelona. Y oiga, el Macba es muy pequeño; un museo en el que para hacer una exposición temporal han de sacar la colección permanente no se entiende, una y otra, tendrían que establecer un diálogo, porque el arte es una continuación de acciones y reacciones.
P. ¿Por qué cree que no hay relación entre escritores y artistas como la había en la época de las vanguardias e incluso avanzada la guerra?
R. ¿Quiere decir que los escritores no se interesan por el arte?
P. Sí, ya no se da aquella complicidad. En España los escritores miran el arte nuevo como si los artistas les quisieran tomar el pelo. No tienen curiosidad, no se les ve nunca en una inauguración.
R. Los jóvenes no sé... Lo que pasa es que quizá aún he vivido a caballo entre la época de las vanguardias y ésta, y he colaborado con muchos, desde Foix... El se sentaba ahí donde está usted y decía: "Mira, te leeré el libro que acabo de escribir". Yo me relacionaba con él no sólo porque me gustaba como poeta, sino también porque escribía ensayos, por ejemplo sobre el compromiso político del artista, y algunos me fueron de gran utilidad; Foix se explicaba con mucha claridad. He colaborado con muchos otros. Y ahora en el Círculo de Bellas Artes presentaremos un libro de bibliófilo hecho conjuntamente con un poeta que se llama Antonio Gamoneda. ¿Lo conoce?
P. Desde luego.
R. Es uno de los más serios.
P. ¿Le interesan las transformaciones que la informática aportará a la fotografía artística o las nuevas tecnologías?
R. A mi edad cuesta mucho adaptarse a todo eso; ni siquiera sé poner en marcha el vídeo, por mucho que me lo expliquen. Pero lo respeto muchísimo porque yo trabajé así de joven; yo también tenía mis nuevas tecnologías: prescindí de la pintura académica, del óleo y la tela, y empecé con nuevos materiales, materiales de andar por casa, pero no dejaba de ser un intento de renovar el lenguaje. Está muy bien que la gente joven busque, pero también puede pasar como con el arte conceptual, que digan que ahora sólo se ha de hacer eso y que el resto es todo una birria.
P. El gran éxito de la temporada en Barcelona ha sido la exposición de Barceló. ¿Qué piensa de aquellas colas para ver la obra de un pintor figurativo, prevanguardista y, de algún modo, confortable?
R. Yo diría que lo que tenga un mínimo de dignidad y se haya podido lanzar con los medios con que se lanzó la exposición de Barceló, es natural que pueda captar más público que algo que no tenga eco. Tampoco hay que exagerar, ¿eh? A veces un exceso de público es contraproducente. Si en los museos, de los que algunos dicen que son los templos de hoy, no se puede reflexionar ni meditar con un poco de calma, malo.
P. A propósito, en su capilla de reflexión de la Universidad Pompeu Fabra hay una mierda;¿por qué pone en el cartel que es una serpiente, si evidentemente es una mierda?
R. Hombre, es ambiguo. . . Yo creo que es más serpiente que otra cosa. Pero bueno, también puede ser eso que usted dice. Lo que me estimula a trabajar es pensar que las imágenes que creo pueden provocar aquello que los psicólogos llaman modificación del estado normal de la conciencia para provocar un conocimiento más profundo de la realidad. Soy de los que nunca han creído en eso de sacar el arte a la calle. Las calles ya están demasiado llenas. El arte ha de estar en su templo
Babelia
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