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"Cuando seguía a las chicas en el metro no podía controlarme"

Los peritos creen que 'el violador de Pirámides', uno de los mayores agresores sexuales de España, no es un enfermo

Arlindo Luis Carballo, el violador de Pirámides, el mayor delincuente sexual en serie de la historia reciente de España, "no es un enfermo mental en el sentido estricto de la palabra", aunque su "conducta sexual anómala" evidencia "un trastorno de la personalidad con rasgos parafílicos". Éstas son las conclusiones del informe psiquiátrico efectuado por orden judicial a Arlindo, un instalador de gas a domicilio de 32 años. Este informe será una de las bazas que emplee su abogado, Miguel Ángel Cocero, para defenderle en el macrojuicio que se le avecina como presunto autor de al menos 45 violaciones cometidas en la capital madrileña y pueblos del extrarradio.Sobre el violador de Pirámides pesan oficialmente 47 violaciones, aunque tras ser detenido se confesó autor de 140 ataques sexuales a mujeres. En la entrevista que mantuvo en prisión con los psiquiatras reveló sus frustraciones: "Cuando seguía a las chicas en el metro no podía controlarme...". "Mi obsesión en Madrid", detalló Arlindo a los psiquiatras, "ha sido seguir a la chicas, en la calle, en el metro, así empezó todo esto... No podía dejar de buscarlas, de seguirlas. Empezaba a sentir... no sé si atracción, algo, iba en el coche y empezaba a sentirme tenso y no podía dejar de buscarlas y seguirlas. Mi deseo no era hacerles daño, ni violar... Aquello era un agobio demasiado grande. Me sentía mal, pero me venía... y no podía controlarme, hasta que lo hacía no me desahogaba. Masturbarme me tranquilizaba".

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Su detención en enero de 1997 fue un desahogo para él, para sus víctimas y para la policía, que desde 1993 veía cómo su fichero de ataques sexuales se abultaba sin apenas dejar pistas.

A Arlindo se le han practicado varios informes médicos: uno psicológico y otro psiquiátrico, éste último efectuado por los peritos Mariano Villanova y José Antonio García-Andrade. Coinciden los dos informes en la "imputabilidad" del acusado, aunque destacan que "sufre un trastorno de la personalidad", que deriva en un "comportamiento compulsivo con deficiente control de los impulsos sexuales y conductas de evitación". Añaden en su informe que sobre "ese trastorno básico de la personalidad se ha instaurado un cuadro depresivo ansioso intenso, del que está siendo tratado, pero que evidentemente no ha remitido".

Pese a sus irreprimibles impulsos sexuales, los peritos le consideran "inteligente" y con capacidad para discernir entre el bien y el mal.

Aunque siempre remiso a las preguntas sobre su conducta sexual, Arlindo (Relindo le llamaban con sorna sus amigas del colegio) narró a los psiquiatras los sinsabores de una infancia rural marcada por el carácter autoritario de su padre y sus frustraciones sexuales.

"Vivíamos en una cabaña en el campo, en Extremadura. Mi familia era muy humilde; mi padre, un pastor. Durante el segundo embarazo de mi hermana, mi cuñado se suicidó, y ella se vino a vivir con nosotros. Vivíamos todos juntos, padres, hijos y nietos".

Arlindo describe su ambiente familiar "como mísero, dramático, duro y violento". Su padre era "alcohólico" y le inspiraba terror: "Siempre tenía miedo a ponerme malo en mi casa. Mi padre se enfadaba y decía que no servíamos para nada".

La familia vivía de las renta de una cortijada extremeña. La exacerbada sumisión de su padre "al señorito" dueño de la hacienda, describió Arlindo a los psicólogos que también le han entrevistado, le irritaba.

Refiere Arlindo que "de niño se sentía inferior a los demás niños; más pobre, más triste, sin poder hacer las cosas que hacían los demás: nunca tenía un duro y además vivíamos en una cabaña". En el colegio su onanismo se torna compulsivo y frecuente: "Me excitaba por cosas concretas y cada vez me ponía más tenso, hasta que tenía que masturbarme. Más de cinco veces al día", relató.

Llegó hasta COU, aunque necesitó dos años para aprobarlo. Luego ingresó en formación profesional, pero sin alcanzar ninguna titulación. Antes de incorporarse al servicio militar conoció a su novia, que vivía en Madrid y de la que se enamoró profundamente ("me casé con ella porque la quería mucho, pero no por atracción sexual", dijo a los psicólogos).

"Su esposa", cuenta a este periódico uno de los psicólogos que le han analizado, "vino a sustituir a la figura materna por alguien protector. Si hubiese sentido atracción por ella, la habría visto como una amenaza y probablemente no se habría casado", agrega.

Su aspecto físico le obsesionó desde niño. El apelativo de Relindo con que le llamaban las niñas de su edad le marcó para toda la vida. Cuando iba por la calle en Madrid creía que todo el mundo le miraba y se reía de sus pronunciadas "nariz y orejas".

Su estancia en la mili también fue muy amarga: "No pude aprovechar ningún permiso porque mis padres no me podían mandar dinero", señaló a los psiquiatras.

Cuando todos sus compañeros se marcharon a casa tras jurar bandera, él, sin dinero para el viaje, se quedó en el cuartel durante los 10 días de permiso. Tras la mili y con 42.000 pesetas que logró ahorrar, viajó a Madrid y comenzó a trabajar en Mercamadrid, descargando pescado por las noches durante seis meses. Luego se quedó allí como guarda jurado.

Su llegada a Madrid le abrió un mundo de bullicio que facilita sus instintos hasta ese momento reprimidos en su entorno rural, donde todos se conocen y le conocen. En esa época comenzó a telefonear a chicas: "Les decía cosas obscenas y me masturbaba". Por entonces, ya se había casado y tenía una hija; la otra vino al mundo coincidiendo con su detención.

Los peritos psiquiatras le inquirieron sobre el contenido de las llamadas telefónicas obscenas: "Es incapaz de repetir las obscenidades que decía por teléfono: se sofoca, se altera, suda y llora tapándose con las manos la cara, e insiste en no recordar las violaciones que se le imputan", relatan en su informe.

Al hablar de su vida sexual "se muestra nervioso e inquieto", narran. Afirma que "tiene una cosa rara en los testículos desde los 10 años, tras una patada que le dio otro chico". Y confiesa: "Siempre he tenido un problema, la eyaculación precoz y la erección incompleta".

Defensa

El macrojuicio que se avecina en la Audiencia de Madrid contra Arlindo C. C., el de las 45 violaciones, ha sido instruido por un juzgado de Leganés (Madrid). La investigación ya está concluida y va a ser remitido a la Sección Cuarta de la Audiencia de Madrid, que preside la magistrada Pilar Oliván, para que el fiscal y las partes califiquen los hechos y pidan las penas que consideren. Fuentes jurídicas aseguran que la petición del fiscal "será de cientos de años de cárcel".El abogado de Arlindo sostiene con firmeza que su cliente es "un enfermo mental absoluto" que necesita de cuidados médicos. "Hay que internarle en un centro donde esté correctamente atendido y del que pueda reinsertarse en la sociedad cuando los médicos entiendan que ha sanado", afirma Cocero. Éste será el argumento de su defensa en el macrojuicio que se avecina para el violador de Pirámides.

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