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Una granada de arroz

La agencia espacial europea ya ha tenido desagradables experiencias con las tormentas de polvo cósmico. En marzo de 1986, la sonda Giotto se introdujo literalmente en la cabeza vaporosa del cometa Halley para obtener imágenes de su núcleo. Pero una partícula de polvo del tamaño de un grano de arroz golpeó a la sonda a 68 kilómetros por segundo. El impacto fue equivalente a la explosión de una granada de mano, y dejó al Giotto tambaleándose y con su cámara estropeada.Hoy no habrá partículas tan grandes como el arroz, pero, según las estimaciones de Mikel Serra, del Instituto de Astrofísica de Canarias, el número de estrellas fugaces, esto es, de partículas visibles desde la Tierra, puede llegar a ser de 200 por hora. Los técnicos de la NASA, por ejemplo, tienen previsto girar el telescopio espacial Hubble para proteger sus aparatos más vulnerables de la lluvia cósmica.

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En agosto de 1993, otro grano de polvo del cometa Swift-Tuttle dejó fuera de combate el satélite de telecomunicaciones Olympus, debido a que las operaciones para corregir su altitud tras el impacto gastaron casi todo su combustible.

Cuando las placas solares originales del Hubble fueron devueltas a la Tierra en diciembre de 1993, los expertos notaron que las células solares estaban salpicadas de impactos de polvo.

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