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Guerra de guerrillas

Hace unas semanas escribía en este mismo espacio que la negociación de los Presupuestos Generales del Estado para 1999 era la última oportunidad que tenían el Gobierno de la nación y el de la Junta de Andalucía para "normalizar", política e institucionalmente, unas relaciones que se habían caracterizado a lo largo de toda la legislatura por una agresividad desmedida. La conveniencia de proceder de esa manera por ambas partes es algo que, en mi opinión, era evidente. Las próximas elecciones generales y autonómicas andaluzas, independientemente de que se celebren simultáneamente o por separado, van a ser elecciones muy importantes, en la medida en que, de sus resultados, va a depender en buena medida la forma en que se va a releer la Constitución en lo que a la estructura del Estado se refiere. Acudir a esas elecciones, tanto por parte del Partido Popular como por parte del PSOE, con cuantos menos frentes territoriales abiertos, me parecía y me sigue pareciendo de puro sentido común. Y el frente andaluz no es cualquier frente. Sin embargo, no van por ahí las cosas. Más bien al contrario. En el propio debate ante el Congreso de los Diputados el vicepresidente Rodrigo Rato, en lugar de dejar abierta una puerta a la negociación, optó por atacar directamente al Gobierno de la Junta de Andalucía, acusándolo de cerrazón y sectarismo, cerrazón y sectarismo que le estaban haciendo perder a la comunidad autónoma 51.000 millones de pesetas. También en el Congreso, el Partido Popular con sus aliados nacionalistas impidieron la aprobación de una enmienda presentada por el PSOE e IU para que se tomara en consideración el censo de 1996 para la financiación autonómica. Que la posición del vicepresidente del Gobierno en el pleno del Congreso de los Diputados no fue el resultado de un acaloramiento ocasional, sino que era expresión de una estrategia política, es algo que hemos podido comprobar en los días posteriores. La decisión del partido del Gobierno del Estado de "movilizar" todos sus efectivos andaluces, trece mil militantes, para iniciar una guerra de guerrillas contra el Gobierno de la comunidad autónoma, utilizando para ello la munición que se le suministra desde Madrid, es algo que no se había visto desde que se inició la construcción del Estado de las Autonomías. El eslogan que se ha elegido para la campaña, "No quieren negociación, quieren pelea", deja pocas dudas del tono agresivo que va a tener. Y la intervención del portavoz parlamentario andaluz del Partido Popular, Manuel Atencia, en la sesión de control parlamentario del pasado jueves todavía menos. De nuevo vamos a vivir una precampaña y una campaña electoral con un plus de agresividad respecto de lo que ocurre en el resto del Estado. Veremos quién se acaba equivocando con esta escalada de la tensión.

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